Y cuando llegaron al lugar llamado de la
Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a
la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando
suertes. Y el pueblo estaba mirando; y aun los
gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si
éste es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían, acercándose y
presentándole vinagre, y diciendo: Si tú eres el
Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había
también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE
ES EL REY DE LOS JUDÍOS. Y uno de los malhechores
que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti
mismo y a nosotros. Respondiendo
el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma
condenación? Nosotros,
a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros
hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu
reino. Entonces
Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas
23:33-43)
“si confesares con tu boca que Jesús es el
Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”
(Romanos 10:9)
“El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se
aparta alcanzará misericordia.”
(Proverbios 28:13)