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miércoles, 13 de enero de 2010

¿Cuál avivamiento?


Por: E. Vélez

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El libro de Los Hechos de los Apóstoles registra el momento del cumplimiento profético del derramamiento del Espíritu Santo (Hechos 2). Ya en el siglo VIII a.C., Dios por medio del profeta Joel anunciaba de la obra que haría (Joel 2:28-29). Se nos dice:


Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.


La venida del Espíritu Santo marca el nacimiento de la iglesia. Se trata de creyentes llamados a salir del mundo e ir en pos de una herencia celestial. Dios mismo vendría a morar dentro de los creyentes que recibieron a Jesucristo como salvador personal. Ahora Dios los haría partícipes del bautismo donde simbólicamente representarían su nuevo nacimiento. Sepultarían sus pecados y nacerían y se levantarían a una nueva vida que proviene de Dios. Como si fuera poco, Dios los sumergiría en una experiencia real y viva con la persona del Espíritu Santo. Dios introduciría a los creyentes a ser llenos en su interior de la persona del Espíritu Santo quien se evidenció sobre los creyentes en lenguas repartidas como de fuego, una expresión verbal que corresponde a un lenguaje santo dado por Dios de manera sobrenatural. Aquel primer encuentro de los creyentes con la persona del Espíritu Santo fue un suceso sobrenatural donde un viento recio sopló sobre toda la casa y llenó a los que allí estaban. Esta experiencia brindó poder a los creyentes para moverse en la sociedad y realizar las mismas obras que Jesús hacía y sigue haciendo.


Las obras que Jesús hacía y sigue haciendo


Jesús dijo bien claro que los creyentes harían las mismas obras que el hizo. ¿De cuáles obras estamos hablando?


Jesús no solo hablaba la palabra de Dios sino que llevaba por doquier el ejemplo de misericordia. Jesús llevaba la palabra, pero lo demostraba con la verdad y el amor, en especial con los necesitados. Si las sandalias de Cristo pudieran hablar nos dirían de caminos difíciles y pedregosos por los cuales anduvo haciendo el bien y haciendo amigos para Dios y para la salvación. Serían sandalias ya gastadas por su empeño de hacer la voluntad del Padre.


Algunos piensan que la evidencia de hacer lo que Dios espera es meramente creer, temblar, hablar en lenguas, danzar, estremecerse, caer al suelo por el toque de Dios y cosas semejantes a estas. Sin embargo, Dios invita a los creyentes a ir un poco más adentro en su experiencia con Dios.


Dios espera que no solo recibamos la promesa del Espíritu Santo de la misma manera que se describe en el Libro de los Hechos, sino que también nos invita a evidenciar nuestra llenura por medio de obras palpables.


Un llamado a la cordura y a la edificación


En I Corintios 14, el apóstol Pablo nos hace un llamado a abrazar la cordura para edificación de la iglesia antes que hacer alguna clase de espectáculo o exhibición de dones espirituales. Dice:


Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia. Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla. Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho. Porque tú, a la verdad, bien das gracias; pero el otro no es edificado. Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida. Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor. Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes. Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?” (I Cor. 14:19-23)


En la experiencia de Pentecostés, Dios encendió la luz, ahora esa luz debe ponerse en un lugar alto como un candelero y alumbrar a todos los que nos rodean.


Luz que alumbra


Algunos dirán, “yo soy luz que alumbra porque hablo lenguas” o “yo soy luz que alumbra porque tengo fe” o quizás, “soy luz que alumbra porque predico con voz de trompeta”. Pero, se puede tener todo esto y a la vez, no ser una luz que alumbra. De la misma manera que Jesús nos dijo que Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa”(Mateo 5:15; Marcos 4:21; Lucas 11:33), de esa misma manera hay luces que sí están siendo puestas en lugares cerrados. Allí en esos lugares cerrados, creen alumbrar, pero la realidad es que los obstáculos frente a ella no permiten que su luz resplandezca.


Obstáculos que impiden que la luz resplandezca a todos


Uno de los obstáculos que impide que la luz resplandezca a todos, lo es el amor frío y apagado. Se trata del pensar que todo lo que Dios desea es gente hablando lenguas dentro de cuatro paredes y haciendo estruendo de sonido, pero descarta el servicio social y no atiende al necesitado. Es ignorar por completo a aquellos que están postrados, solitarios, huérfanos y angustiados y pretender buscar la complacencia en cuatro paredes llena de gente “danzando” y creyendo agradar a Dios. Es ignorar por completo a la sociedad y su necesidad, para enfocarse en agrandar nuestros grupos por medio de llamados en altavoces con mirar a llenar nuestras filas de gente sana y hábil y descartar a aquel que no puede valerse por si mismo. Lo es el pensar que la iglesia de Cristo se compone solamente de personas capaces y en buena salud y quitar nuestra mirada de aquellos que están encamados y yacen en el dolor. Son obstáculos que impide que la luz resplandezca a todos cuando convertimos el evangelio en una fuente de ganancia y nos alejamos y hacemos de oídos sordos frente a la verdadera necesidad. Son obstáculos que impide que la luz resplandezca a todos cuando nos olvidamos de la misericordia y nos complacemos en meras experiencias emocionales. Son obstáculos cuando nos enorgullecemos de la falsa religiosidad y al mismo tiempo pensamos que agradamos a Dios. Es para la iglesia el mensaje que advierte acerca del arrepentimiento. Dios promete quitar los candeleros de aquellas luces que no alumbran. (Apocalipsis 2:5)


Alumbrando para que Dios no quite nuestro candelero


En Ezequiel 34 Dios tiene una palabra fuerte para los que dirigen al pueblo de Dios. Se nos dice que los ojos de Dios están atentos al acontecer dentro de su pueblo:


Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y di a los pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: !!Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. Y andan errantes por falta de pastor, y son presa de todas las fieras del campo, y se han dispersado. Anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y en toda la faz de la tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no hubo quien las buscase, ni quien preguntase por ellas. Por tanto, pastores, oíd palabra de Jehová: Vivo yo, ha dicho Jehová el Señor, que por cuanto mi rebaño fue para ser robado, y mis ovejas fueron para ser presa de todas las fieras del campo, sin pastor; ni mis pastores buscaron mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a sí mismos, y no apacentaron mis ovejas; por tanto, oh pastores, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo estoy contra los pastores; y demandaré mis ovejas de su mano, y les haré dejar de apacentar las ovejas; ni los pastores se apacentarán más a sí mismos, pues yo libraré mis ovejas de sus bocas, y no les serán más por comida. Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad. Y yo las sacaré de los pueblos, y las juntaré de las tierras; las traeré a su propia tierra, y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas, y en todos los lugares habitados del país. En buenos pastos las apacentaré, y en los altos montes de Israel estará su aprisco; allí dormirán en buen redil, y en pastos suculentos serán apacentadas sobre los montes de Israel. Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor. Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil; mas a la engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia. Mas en cuanto a vosotras, ovejas mías, así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo juzgo entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos. ¿Os es poco que comáis los buenos pastos, sino que también holláis con vuestros pies lo que de vuestros pastos queda; y que bebiendo las aguas claras, enturbiáis además con vuestros pies las que quedan? Y mis ovejas comen lo hollado de vuestros pies, y beben lo que con vuestros pies habéis enturbiado. Por tanto, así les dice Jehová el Señor: He aquí yo, yo juzgaré entre la oveja engordada y la oveja flaca, por cuanto empujasteis con el costado y con el hombro, y acorneasteis con vuestros cuernos a todas las débiles, hasta que las echasteis y las dispersasteis. Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja. Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor. Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado. Y estableceré con ellos pacto de paz, y quitaré de la tierra las fieras; y habitarán en el desierto con seguridad, y dormirán en los bosques. Y daré bendición a ellas y a los alrededores de mi collado, y haré descender la lluvia en su tiempo; lluvias de bendición serán. Y el árbol del campo dará su fruto, y la tierra dará su fruto, y estarán sobre su tierra con seguridad; y sabrán que yo soy Jehová, cuando rompa las coyundas de su yugo, y los libre de mano de los que se sirven de ellos. No serán más por despojo de las naciones, ni las fieras de la tierra las devorarán; sino que habitarán con seguridad, y no habrá quien las espante. Y levantaré para ellos una planta de renombre, y no serán ya más consumidos de hambre en la tierra, ni ya más serán avergonzados por las naciones. Y sabrán que yo Jehová su Dios estoy con ellos, y ellos son mi pueblo, la casa de Israel, dice Jehová el Señor. Y vosotras, ovejas mías, ovejas de mi pasto, hombres sois, y yo vuestro Dios, dice Jehová el Señor.


Los dones del Espíritu tienen que ir acompañados del amor al prójimo.


Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. (I Cor. 13)


Frente a toda esta palabra dada por Dios se nos asegura que cuando Dios nos llame a cuentas no será para hacer un recuento sobre nuestros dones espirituales sino para ponernos en balanza y ver cuanto amamos al prójimo sinceramente y le demostramos misericordia. Se nos dice:


Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.


¿Como mostraremos evidencias del avivamiento?


Frente a la palabra dada por Dios, ¿Como mostraremos evidencias del avivamiento? ¿Hablándole en lenguas desconocidas e ignorando su necesidad? ¿Mostrándole cuanto alboroto podemos hacer pero guardando silencio frente al dolor del prójimo?


Por: E. Vélez

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