No es lo mismo decir: “Dios te pido que canceles todo plan del enemigo en nuestra contra”, que decir: “yo cancelo esto o aquello”. Como no somos dioses, dependemos de lo que Dios puede hacer por nosotros y no obramos por nosotros mismo. Lo mismo se aplica al sistema de “yo declaro esto o aquello”. Por algo existe un Dios, porque está por encima de nosotros y no en nuestro mismo nivel. “Clama a mí, y yo te responderé…” (Jeremías 33:3)
La autoridad dada por Dios a su pueblo es poder dirigir a él nuestro clamor con la seguridad que él contestará, pero nunca actuando de forma individual ni usurpando su poder, autoridad ni lugar.