En el libro de II de Reyes se narra el acontecimiento cuando Eliseo y sus hombres son librados del veneno de unas calabazas silvestres. En estos tiempos finales donde reina la confusión religiosa y la diversidad de comidas extrañas que amenazan la buena salud de la iglesia, Dios usará los recursos que posee para advertirle al pueblo. Se nos dice:
Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él, por lo que dijo a su criado: Pon una olla grande, y haz potaje para los hijos de los profetas.
Y salió uno al campo a recoger hierbas, y halló una como parra montés, y de ella llenó su falda de calabazas silvestres; y volvió, y las cortó en la olla del potaje, pues no sabía lo que era.
Después sirvió para que comieran los hombres; pero sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron diciendo: !!Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo pudieron comer.
El entonces dijo: Traed harina. Y la esparció en la olla, y dijo: Da de comer a la gente. Y no hubo más mal en la olla.1
Hay ciertos aspectos que podemos aprender de dicha historia del Antiguo Testamento. En primer lugar, se nos dice que Eliseo junto con los hijos de los profetas volvieron a Gilgal en tiempo de hambruna. Gilgal significa “rueda o círculo” y fue el lugar de numerosos hechos históricos importantes para la historia de Israel. Fue la primera tierra donde acamparon los israelitas luego de cruzar el Jordán. Pensar en Gilgal es hacer memoria de la colocación de las doce piedras simbólicas de la totalidad de Israel.2 Fue el lugar donde se celebró la primera Pascua en tierra de Canaán.3 Fue también el lugar del primer asentamiento del campamento de Josué. En términos alegóricos podemos identificar a Gilgal como el lugar de fundamento y de nuevo comienzo cuando nos acercamos al evangelio de Jesucristo por primera vez. Doce piedras nos hacen recordar la multitud del pueblo de Dios representado en doce padres, y la Pascua nos hace recordar el sacrificio del redentor de lo cual era tipo y sombra. Las piedras nos hablan del fundamento dado por Dios por medio de los profetas y apóstoles. Hoy es el tiempo cuando los fundamentos de la Palabra de Dios se están viendo amenazados por toda clase de corrientes extrañas. En aquella ocasión, un criado inexperto dentro de los hijos de los profetas fue al monte y llenó sus faldas de calabazas silvestres venenosas creyendo que hacía bien para suplir la necesidad y hambre del pueblo que lo esperaba. De esta manera hizo un guisado para servirlo a todos. Pero una vez lo probaron, gritaron aterrados sobre la mortandad que había dentro de la olla y que pasaba desapercibida a todos. Hay un refrán que dice: “Solo el que menea o bate la olla sabe lo que en realidad hay dentro de ella”. Pero ese refrán no aplica necesariamente a esta historia. El criado recogió las verduras para luego servirlas sin conocer lo que en realidad eran. El sabía que eran calabazas pero no sabía su efecto mortal sobre la gente. Tuvo Dios que mover a los profetas y exponer con vehemencia que aquella comida era mortal para ellos. Se puede decir que el pecado del criado era la ignorancia y no la premeditación y alevosía.
Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento (Oseas 4:6ª)
Hoy día están los criados desconocedores en cada campo de la cristiandad recogiendo legumbres de toda clase y llenando sus faldas a granel para dar de comer al pueblo de Dios que deposita su confianza en ellos. Están las librerías, cadenas de radio y televisión saturadas de diversidad de guisados extraños. Muchos ignorando esta realidad se sientan a la mesa a comer de todo lo que se sirve sin ninguna clase de reparo. En la historia que narramos anteriormente podemos decir que el error del criado era la mera ignorancia, pero hoy tenemos la tragedia que no necesariamente es la ignorancia la que está amenazando de muerte al pueblo de Dios. Hoy día se están levantando “criados” fraudulentos cuyo fin es exterminar a los hijos de Dios. Criados extraños que se visten de piedad de apariencia y pasan como ministros de justicia pero son mas bien obreros asalariados para una agenda oculta y tenebrosa. Si bien la historia de Eliseo en Gilgal omitió la premeditación y alevosía de aquel criado, hoy día hay muchos criados cocinando veneno para servirlo al pueblo de Dios con el fin de adormecerlos para siempre.
Hay hambre en la tierra y muchos criados están sirviendo guisados de contenido extraño a aquellos pastores, ministros, cantantes que cansados del camino han puesto en otros la responsabilidad de su alimento. Están demasiado cansados y débiles que no pueden reaccionar y darse cuenta de lo que hay en la olla. Dormidos no pueden escuchar la voz de alerta que le grita con vehemencia: !!Varón de Dios, hay muerte en esa olla!
Los profetas que andaban con Eliseo se pudieron salvar de la muerte por escuchar la voz de advertencia. Hoy se oye el mismo grito alarmante que pretende apercibir a muchos de la muerte. Algunos serán los que escucharán, atenderán y se librarán de la muerte y también serán muchos los que no harán caso y perecerán como los demás que sí probaron el veneno mortal.
La responsabilidad de los atalayas:
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere por atalaya, y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo, cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza. El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida. Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya. A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se apartare de su camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida”.4
Si Dios ha puesto en tu boca un mensaje de alerta, para que el pueblo no muera envenenado por las corrientes extrañas, no guardes silencio, ya que si el pueblo perece, Dios te demandará por ellos, en cambio, si tú hablas, y ellos no quieren escuchar, entonces, ellos morirán, pero tu libraste tu alma.
Una olla grande con un guisado de calabazas venenosas
Algunas de esas calabazas mortales dentro de la olla que le están sirviendo a las congregaciones hoy son las calabazas silvestres de: