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Un día como hoy 25 de Diciembre son muchos los que celebran la Navidad. Algunos relacionan estas fechas a las ideas del tiempo del nacimiento de Jesús, otros por lo contrario afirman que estas fechas son de origen pagano conforme a las tradiciones de ídolos. Éste breve estudio no lo escribo para debatir si Cristo nació en Diciembre, en Marzo, en Abril o en Verano. El siguiente estudio es para hacer una clara distinción entre lo que el mundo adora como el “Niño Dios” y el Jesús bíblico. Como cristiano, creo que Jesús es eterno, es decir, nunca tuvo principio. Antes de venir a la tierra moraba en las Alturas junto con el Padre, donde era y es Dios para siempre. Ese mismo Jesús, fue engendrado por el Espíritu Santo en una simple mujer llamada María. Allí en el vientre de María, Jesús tuvo un nuevo comienzo (Mateo 2:1-14). Su comienzo donde siendo todo Dios, tomó forma de siervo. Jesús se encarnó y los hombres pudieron ver su luz y su resplandor. Su imagen visible es la del Dios invisible. Ese Jesús, no se quedó siendo un niño. Sino que se convirtió en un hombre que vino a llevar a cabo nuestra redención. El mundo hoy día, para esta fecha de Diciembre 25 se enfoca en el denominado “Niño-Dios”, pero se olvidan de Jesús el Salvador. En nombre del “Niño-Dios” bailan, se emborrachan, y hacen toda clase de fiestas sin sentido alguno y donde no esta presente la santidad ni el significado verdadero de Jesús el salvador.
Si tuviéramos la oportunidad de preguntarle a algunos de los siervos de Dios, ¿Quién es Jesús para ti? Obtendríamos una respuesta diferente a la del mundo.
¿Qué diría un predicador como Esteban sobre la persona de Jesús?
Parafraseando el mensaje de Esteban, él nos diría:
Escuchadme todos ustedes: El mensaje que desde un principio le hemos anunciado no es extraño a todos. Ustedes conocen que desde tiempos antiguos Dios se la apareció a nuestro padre Abraham cuando estaba en Mesopotamia. El mandato que Dios le dio fue salir de aquella tierra e ir en pos de la tierra prometida. Sin haberla visto salieron por fe de la tierra de los caldeos y fueron a morar a Harán. De allí partieron hasta llegar a este lugar donde moramos nosotros. Sin embargo, aunque se le prometió descendencia no se le dio herencia terrenal. Obedeciendo a la fe fue en búsqueda de la promesa sin poder tener hijo de forma lógica y natural. Mas él y Sara su esposa le creyeron a Dios y Dios le dio a Isaac. A él se le profetizó que sus descendientes iban a ser esclavos por cuatrocientos años y muchos serían muertos, pero Dios haría justicia y le servirían en estas tierras. Señal física puso Dios para hacer separación entre su pueblo y las demás naciones. –refiriéndose a la circuncisión–. De allí que esta señal fue sobre Isaac, Jabob, los doce patriarcas y sus descendientes. La envidia hizo que los patriarcas conspiraran contra José y lo vendieran como esclavo y llegó hasta Egipto donde Dios le prosperó porque estaba con él. José siendo exaltado a gobernador por el mismo faraón de Egipto, fue el instrumento de salvación para los demás patriarcas en tiempo de una gran hambre de Canaán y Egipto. Pero Dios dio sabiduría a José para llenar los graneros y para tener abundancia en tiempos de escasez, de esta manera las tierras necesitadas vinieron a pedir favores de Egipto, entre los cuales el Dios omnisciente salvó a los patriarcas. Descendió pues Jacob a Egipto y con él setenta y cinco personas de su familia. Allí en Egipto murió Jacob y nuestros padres, pero finalmente vinieron a descansar en tierras de Siquem, pues de antemano Abraham pagó el precio a los hijos de Hamor. El pueblo crecía y se multiplicaba en Egipto y se levantó un rey que no conocía a José, el cual tuvo por motivo oprimir a nuestros padres y evitar que se multiplicaran sobre la tierra. Tanto fue su odio, que se levantó contra los niños para impedir que la nación creciera. Este fue el momento cuando Dios levantó a Moisés y le dio lugar en el mismo palacio de faraón. Por el milagro de Dios, Moisés fue sacado de las aguas por la misma hija de faraón quien tuvo cuidado de él como a su propio hijo y lo condujo a ser educado en toda ciencia. Cumplido cuarenta años, Moisés salió en defensa de sus hermanos y tuvo que huir al ser descubierto cuando mató a un egipcio que maltrataba a uno de nuestro pueblo. Salió pues Moisés de aquel lugar y vino a Madián donde siendo extranjero tuvo dos hijos. Dios tenía propósitos con él, y en el monte Sinaí se le apareció envuelto en una zarza ardiente que no se consumía. Fue el momento cuando el Dios Santo le habló y le confirmó la palabra que había sido dada a Abraham, Isaac, y a Jacob. Fue entonces Moisés enviado de Dios a Egipto para darle libertad al pueblo según lo había prometido en el pasado. Fue con mano fuerte, señales y prodigios que Dios los tomó de Egipto y los trajo por el mar Rojo y por el desierto estuvieron cuarenta años. Ordenó Dios a Moisés hacer el modelo del arca del pacto según la revelación que se le dio, el cual era símbolo de su misma presencia. Fue a Moisés a quien Dios le dijo que levantaría un profeta similar a él que tenía que ser escuchado y obedecido. No se trataba de Josué ni de ningún otro líder, sino que se trataba del Ungido de Dios, Jesús de Nazaret. De él fue que habló Moisés. De la misma manera que en el pasado nuestros padres no quisieron obedecer sino que se tornaron a los ídolos, a abominaciones como Moloc, y Renfán y otros dioses, demandando de Aarón que se levantaran dioses de entre el oro del pueblo para adorarlos, así tampoco los hombres reciben la verdad hoy. Josué los condujo a tomar posesión de la tierra, pero Dios nos invita a nosotros a abrazar a su Hijo Jesús, quien es nuestra herencia. En el pasado, ellos optaron por la idolatría y el precio fue que Dios se apartó y los entregó a los babilonios. ¿Cuánto más será vuestro castigo cuando hoy ustedes rechazan al Ungido de Dios, el Cristo, y se tornan a las tradiciones y sombras del pasado? Dios una vez se movió en el tabernáculo, luego decidieron hacerle casa en tiempos de David y de Salomón, pero Dios dijo claramente que él no habita en templos hechos de mano pues el cielo es su trono y la tierra el estrado de sus pies. La grandeza de Dios no puede ser reducida a edificación por obra de mano de hombre. Dios nos ha venido a hablar en este tiempo por medio de su Hijo Jesús, a quien ustedes crucificaron. De la misma manera que en el tiempo pasado se perseguía a los profetas de Dios que anunciaban el camino al arrepentimiento, de la misma manera hoy la gente se aleja de la doctrina del Cristo y de su verdad.
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El mensaje anterior es un ejemplo de lo que nos diría Esteban el predicador. Hay muchos personajes bíblicos que estarían dispuestos a brindar una respuesta al respecto. Ahora bien, se imagina usted cuál hubiera sido la conversación de Felipe y el eunuco etíope cuando hablaban sobre el Cordero.
¿Qué le diría Felipe al eunuco etíope sobre la persona de Jesús?
Creo que la conversación hubiera sido así:
–¿Entiendes lo que lees? –preguntó Felipe.
–Siempre es necesario que aquellos a quien Dios da el don de la enseñanza ayuden a otros a conocer y escudriñar a más profundidad. Usted sabe mucho de las Escrituras, ¿cierto? –preguntó el hombre.
–Dios ha dado su Espíritu a los creyentes. –dijo Felipe.
–Anda, sube y explícame este fragmento del texto. –dijo el eunuco.
El etíope le leyó la parte de Isaías donde se dice:
“…como oveja que va a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante de los trasquiladores, así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida”.
–Dime, ¿de quién habla esta parte de la Escritura? –preguntó el eunuco.
–Esta parte de la Escritura es una profecía mesiánica. Es decir, se está refiriendo al Ungido de Dios, el esperado de Israel. –dijo Felipe.
–Pero, ¿cómo?, ¿no se supone que el Mesías esperado iba a ser un libertador? ¿Cómo podía referirse a él, si en este caso de lo que está hablando es de su muerte? –preguntó el eunuco.
–Te diré, luego de que nuestros padres pecaron en el huerto del Edén, la mancha del pecado contaminó nuestra naturaleza. Al estar bajo esa naturaleza contaminada no podíamos tener comunión con Dios ya que Dios es santo y los hombres incurrieron en contaminación por su desobediencia. Realmente íbamos a la perdición a causa del pecado. Nuestra naturaleza necesitaba ser lavada o emblanquecida. Es decir, estábamos bajo la potestad del maligno quien por base legal nos poseía por nuestra desobediencia. Necesitábamos a alguien que pagara el precio completo de nuestra alma, ya que al estar toda la raza humana contaminada, no existía hombre alguno que pagara el precio. ¿Cómo se lava la naturaleza humana? Sólo por medio del derramamiento de sangre perfecta y sin mancha. Es por esto que en la ley de Moisés, Dios demandó sacrificios cruentos de corderos o de aves para la remisión de los pecados. Estos sacrificios antiguos eran imperfectos. Es por esto que Dios proveyó un sacrificio más excelente. Ya no se trataría de sacrificios continuos de animales, sino que Dios presentaría un sacrificio de una vez y para siempre. Fue con el derramar de su sangre que limpió Dios todos nuestros pecados y pasamos de la potestad del maligno a la potestad de Dios. Eso es lo que significa la redención. –le predicaba Felipe.
–¿Y de qué sacrificio estas hablando? –preguntó el eunuco.
–Ese fue el momento cuando apareció en escena el Mesías de Israel. –dijo Felipe.
–¿De modo que usted piensa que el Mesías ya vino? En cambio, el resto de Israel le sigue esperando.
–Dime, pues, ¿quién es el Mesías? ¿Cómo piensas se cumplió ese pasaje de Isaías en su persona? –preguntó el eunuco.
–Dios escogió a Abraham para bendecir a todas las naciones de la tierra. A él se le prometió una descendencia. Fue por esto que Dios le mandó a salir y caminar en perfección. Luego Dios le dio promesas a nuestros padres Isaac, Jacob y a los doce patriarcas. Promesas que se han cumplido al pie de la letra. Posteriormente vimos como Dios le habló a Moisés y le dio leyes y estatutos. Todo esto era sombra de aquel que había de venir a cumplir la ley y traer la justicia en toda la tierra. ¿De quién hablaron David y Salomón? Todos los profetas de Dios preanunciaron la llegada de la raíz de David. Se nos estaba diciendo que el Mesías nacería de una virgen en Belén de Judea y que él sería el rey de Israel. Cuando Cristo Jesús vino, su pueblo no creyó en él sino que le sugirieron a los romanos que le crucificaran. Luego que Jesús cumplió todas las profecías que lo identificaban como el Mesías, sus milagros, sus parábolas y millares de maravillas, fue el momento que se le condujo como oveja al matadero. No abrió su boca para defenderse. No escondió su rostro de bofetadas, injurias, blasfemias, burlas, e incluso se cumplió la profecía que decía que el sería horadado de manos y pies. –le explicaba Felipe.
–Pero, ¿por qué el Mesías habría de morir? –preguntó el eunuco.
–Sería él, el sacrificio perfecto que nos daría la perfección por medio de la fe en su nombre. Su sangre derramada proporcionaría la limpieza que necesitamos para ser perfectos para Dios. –contestó Felipe.
–Pero, si ya el murió. ¿Qué puede hacer por nosotros? –preguntó el etíope.
–La profecía se cumplió al pie de la letra. Pasados tres días de su muerte, Dios le levantó de entre los muertos y vimos su gloria. Se presentó vivo con pruebas indubitables. Estuvo cuarenta días enseñando y hablando cosas maravillosas entre los que le amaban. Luego ascendió a los cielos y envió a su Espíritu Santo, el Consolador. Es por esto que tenemos el bautismo en las aguas como símbolo de la obra de Dios, y luego nos conduce a ser sumergido en su Espíritu para completar su obra. –explicó Felipe.
Pasando por el camino, vieron un lugar donde había agua.
–Mira, allí hay agua. –dijo con alegría el eunuco–. ¿Puedo yo ser participante de esa nueva vida? –preguntó.
–Claro que puedes, ya que Dios lo primero que demanda es fe en su Hijo Jesús como tu salvador. –contestó Felipe.
–Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios y de quien la Escritura ya nos preanunciaba. –contestó el eunuco.
–¡Gloria a Dios! No es coincidencia que Dios me haya enviado a acercarme a tu carro. Hoy es tu día de salvación. –dijo Felipe muy alegre.
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Lo anterior es un ejemplo sobre cuál hubiera sido la respuesta de Felipe al eunuco Etíope.
Ahora bien, ¿Cuál sería la respuesta de una persona como Pedro en torno a Jesús?
Creo que Pedro nos diría así:
Lo que traigo para ustedes son buenas noticias. La palabra que Dios me ha dado es que él no hace acepción de personas. Dios está buscando verdaderos adoradores, gente que tema a Dios y haga justicia. Dios nos ha hablado de diferentes maneras, pero en este tiempo nos habló por medio de su Hijo, Jesús de Nazaret. Es notorio en toda Judea y comenzando desde Galilea, como Juan el bautista preanunciaba la llegada del Ungido de Dios y quien vendría a bautizar no con agua sino con el Espíritu Santo de Dios. Jesucristo el Señor, cumplió la profecía de las Escrituras. Fue a él a quien Dios ungió con el Espíritu Santo y anduvo haciendo señales y prodigios y libertando a los endemoniados. Siendo Jesús el Hijo del Bendito y el autor de nuestra vida, no le conocieron sino que lo condenaron a morir en un madero. Sin embargo, la profecía ya nos anunciaba que su alma no sería dejada en el Seol ni su cuerpo vería corrupción. Cumplidos los tres días luego de la crucifixión, Dios por medio de su Espíritu Santo levantó a Jesús de Nazaret de entre los muertos. Nosotros vimos su manifestación como el Cristo resucitado por cuarenta días antes que ascendiera a los cielos. Nosotros testificamos que es pues Jesús a quien Dios ha puesto como Juez de vivos y muertos. Fue sobre él de quien hablaron todos los profetas y testificaron que sería en su nombre en quien obtendríamos el perdón de nuestros pecados.
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Lo anterior sería la respuesta de Pedro sobre la persona de Jesús. Ahora bien, si yo le preguntara a usted, ¿Quién es para usted la persona de Jesús? ¿Qué usted me contestaría en este tiempo? ¿Regalos? ¿Fiestas? ¿Un pastel horneado? ¿Luces de colores? ¿Un arbolito adornado de diferentes maneras? ¿Figuras inmóviles representando un nacimiento? ¿Una estatuilla de un pequeñuelo adornando un lugar?
¿Qué me contestarías…?
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