Una falsa enseñanza
moderna propone que se puede ser cristiano y a la vez seguir en la vida
mundana, sus espectáculos, sus vanidades, su vanagloria, su búsqueda de fama,
su música, sus prácticas, sus fiestas, sus intereses y cosas semejantes a
estas. Ese camino lleva al infierno aunque te llames “cristiano”
Dios destruyó a los hijos de Aarón llamados Nadab y Abiú por
ofrecer a Dios
fuego extraño, lo
mismo sucederá a aquellos quienes mezclan lo santo con lo profano (Lv.10)
La separación del mundo
“No os
conforméis a este siglo” (Romanos 12.2).
La
doctrina de cómo la iglesia debe separarse y no conformarse al mundo es uno de
los grandes principios de la Biblia. Pero lamentablemente, debido a los deseos
de la carne, muchos no aplican este principio en la vida
diaria.
Una doctrina fundamental de la Biblia
Mencionaremos algunos versículos que enseñan esta
doctrina:
“Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12.1–2).
“Yo les he
dado tu palabra [a los discípulos]; y el mundo los aborreció, porque no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17.14).
“Lo que los
hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lucas
16.15).
“No os unáis
en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia
con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia
Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay
entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios
viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos
serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el
Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por
Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2
Corintios 6.14–18).
“Quien se dio
a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un
pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2.14).
“La religión
pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a
las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago
1.27).
“¿No sabéis
que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera
ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago
4.4).
“Vosotros sois
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para
que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable” (1 Pedro 2.9).
“No améis al
mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él” (1 Juan 2.15).
El porqué de esta doctrina
De estos
versículos y de otros pasajes de la Biblia concluimos que:
· El
pueblo de Dios y el mundo son dos tipos distintos de personas. Aunque hay
personas en el mundo que no están tan profundamente sumergidas en el pecado como
otras, sólo hay dos tipos de personas: las que pertenecen a Dios y las que
pertenecen al diablo. El cristiano anda según el Espíritu Santo; el mundano anda
según la carne. En esto consiste la línea que separa al cristiano del
mundo.
· La
amistad con el mundo es enemistad contra Dios. “Porque todo lo que hay en el
mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la
vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa y sus deseos; pero
el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2.16–17). El
mundo es gobernado por los deseos carnales. Cuando la gente usa cierta cosa para
expresar o promulgar estos deseos, la misma es cosa mundana. Mientras el
mundo ama tales cosas, la iglesia las aborrece porque representan los deseos que
se oponen a Dios.
· Para el pueblo de Dios es pecado conformarse a las costumbres
pecaminosas y carnales de este mundo. Satanás, el dios de este siglo, domina al
mundo. Tan completo es su dominio que el mundo entero está bajo el maligno (1
Juan 5.19). El que se conforma a este siglo se deja dominar por el diablo y va
hacia el desenfreno de pecado y las profundidades de iniquidad. Dios nos ha
librado del dominio del mundo y sus modas y sería pecado volver a servir a esos
dioses.
· El
pueblo de Dios ha sido llamado a la santidad, justicia, pureza y fe para poder
ganar al mundo para Dios. El cristiano mundano tiene muy poco que ofrecer al
mundo. Una vida libre de la mundanería testifica de un entendimiento renovado y
gobernado por Dios. Tal vida brilla como luz en medio de una generación maligna
y perversa, dirigiendo así hacia Dios la mente de la gente.
· La
religión pura exige que haya una separación completa del mundo. Dios no acepta
como hijo suyo al que ama y toca lo inmundo. Tenemos que negarnos los deseos
mundanos para recibir una herencia en el reino de los cielos.
Rasgos característicos de la vida mundana
1.
La desobediencia a
Dios
“Los
designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley
de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8.7). El mundo fue desobediente a Dios en
los días de Noé, de Abraham, de Moisés y de Cristo. Es desobediente hoy y será
así mientras siga bajo el control de Satanás.
2.
La
malignidad
“El mundo
entero está bajo el maligno” (1 Juan 5.19). Toda forma de maldad, blasfemia,
homicidio, mentira, robo, exceso, profanación, orgullo, disolución, etc., en la
vida de uno pone en evidencia la verdad de que está siguiendo al dios de este
siglo.
3.
El orgullo
“La
vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (2 Juan 2.16). La
persona mundana se viste, se peina y gasta hasta su último centavo para elevar
su persona ante los ojos de sus prójimos. Tal vanagloria es orgullo y Dios la
aborrece.
4.
La impureza
Romanos
1.21–32 nos muestra una descripción verdadera de cómo es el hombre que rechaza a
Dios y se rinde a sus deseos carnales. El mundo es dominado por los mismos
deseos carnales y sus modas, sus revistas, su hablar y su comportamiento
promueven la impureza en la mente, el corazón y el cuerpo.
5.
La codicia
La
codicia es otro nombre para la avaricia. Pablo la llama “idolatría” (Colosenses
3.5; Efesios 5.5). El mundo se afana y hasta comete crímenes para enriquecerse.
El amor al dinero es la raíz de toda clase de males (1 Timoteo
6.8–10).
6.
La ambición
La
ambición es el deseo apasionado por obtener cosas como poder, honores, fama o
riquezas. Este deseo muchas veces aumenta hasta que causa la ruina de muchos. La
destrucción del joven ambicioso, Absalón, debería servir como aviso a todo joven
acerca del fin de la ambición. No debemos buscar la gloria propia, sino la
gloria de Dios. Nuestra misión es servir; no ser servidos. “En cuanto a honra,
prefiriéndoos los unos a los otros” (Romanos 12.10).
Un deseo
ardiente de ser útil no debería confundirse con la ambición. Ningún hombre jamás
se desviará por causa de la ambición si siempre tiene por supremo el amor, la
gloria de Dios y el bienestar de los demás (Lucas 9.23–24; Gálatas
6.14).
7.
La
intemperancia
“El vino
es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es
sabio” (Proverbios 20.l). Herencias enteras se malgastan en las bebidas
alcohólicas, el tabaco, las drogas y otras cosas que destruyen a la humanidad.
Donde existe la falta de moderación también hay miseria, dolor y pobreza. Estas
cosas indican el naufragio terrible ocasionado por el monstruo destructor que se
llama la intemperancia.
8.
El atavío a la
moda
La ropa
que viste la gente demuestra lo que hay en el corazón. El orgullo, la soberbia,
la impureza y otros pecados del mundo se pueden ver por medio de la manera en
que se viste la gente. (Lea Isaías 3.16–24; 1 Timoteo 2.9–10; 1 Pedro
3.3–4.)
9.
Los placeres
mundanos
“Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los
días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de
tus ojos” (Eclesiastés 11.9). Los bailes, los teatros, los cines, los circos,
etc. ofrecen los placeres mundanos y cientos de miles de personas (especialmente
los jóvenes) aceptan sus ofertas. Salomón dice que todo esto se puede hacer,
“pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Eclesiastés 11.9). La
persona “que se entrega a los placeres, viviendo está muerta” (1 Timoteo
5.6).
10.
La
irreverencia
Ningún
hombre puede andar en los caminos del mundo sin tener una actitud de
irreverencia hacia Dios. Esta actitud produce la falta de respeto, la profanidad
y otros frutos perversos.
11.
El fraude
“No
mintáis los unos a los otros” (Colosenses 3.9). Esto incluye la falsificación,
toda forma de engaño e hipocresía, las exageraciones y toda forma de pecado
basado en el doblez y la falsedad (2 Corintios 4.2). Toda forma de mentira y
fraude viene del “padre de mentira” (Juan 8.44).
12.
Las
contiendas
Las
contiendas surgen de cualquier persona incrédula porque siempre busca defenderse
a sí misma. La persona que no quiere humillarse y reconocer sus faltas produce
contiendas dondequiera que vaya.
Una vida sin mancha del mundo
“La
religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los
huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”
(Santiago 1.27).
Concluimos: (1) que Dios requiere la religión pura; (2) que la
religión pura se puede mantener sólo al guardarse sin mancha del mundo, es
decir, todas las manchas mundanas que hemos enumerado se tienen que abandonar
por completo.
Cada
rasgo mundano que acabamos de notar es reemplazado por un rasgo opuesto en la
vida apartada del mundo. A continuación mencionaremos de forma breve algunos de
estos rasgos:
1.
La obediencia a
Dios
Tal y
como la desobediencia es uno de los rasgos naturales de la persona mundana, así
también la obediencia caracteriza a los hijos de Dios. “Señor, ¿qué quieres que
yo haga?” es el clamor continuo de la persona que busca servir a
Dios.
2.
La piedad
“Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos
mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2.12). Ésta
es la disconformidad verdadera a este mundo malvado y profano. “Seguid la paz
con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos
12.14).
3.
La humildad
Cuando
uno no tiene “más alto concepto de sí que el que debe tener” (Romanos 12.3)
puede seguir el ejemplo de Cristo en la humildad.
4.
La pureza
La pureza
afecta los pensamientos, el modo de hablar y toda la vida de uno. Los cristianos
deben ser libres de toda forma de impureza. “Bienaventurados los de limpio
corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5.8).
5.
El amor
Si usted
compara esta virtud cristiana con el pecado de la codicia entonces verá de
relieve el contraste entre el carácter del mundano y el del cristiano verdadero.
Uno se afana por tener para sí, el otro por bendecir a otros; uno busca su
propia gloria, el otro busca la gloria de Dios y el bien de los prójimos. “El
amor (...) no busca lo suyo” (1 Corintios 13.4–5).
6.
La
abnegación
La
abnegación es el fruto natural del amor. La ambición nos impulsa a buscar honor
y promoción para nosotros mismos; la abnegación busca promover la causa de
Cristo y los hermanos. Nadie puede estar verdaderamente consagrado a Dios sin
negarse a sí mismo. Cuando vivimos la vida “escondida con Cristo en Dios”
(Colosenses 3.3), nuestra vieja naturaleza egoísta ha pasado y el deseo humilde
de ser un buen siervo de Dios y del hombre ha tomado su lugar.
7.
La
templanza
“Todo
aquel que lucha, de todo se abstiene” (1 Corintios 9.25). La templanza significa
abstenerse del todo de cualquier cosa que sea dañina y pecaminosa como la
inmoralidad sexual, las borracheras y las drogas. Y en las cosas lícitas, como
comer y descansar, la templanza significa controlarse.
8.
La ropa
decorosa
Puesto
que el hijo del mundo se viste por motivos distintos a los del hijo de Dios va a
haber un contraste entre su ropa y la de los cristianos.
9.
El gozo del Señor
Muchísimas personas ignoran que este mundo no ofrece nada que pueda
compararse con el “gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1.8) que sólo los hijos de
Dios pueden tener. Los placeres de este mundo son pasajeros, mientras que el
gozo del Señor es para esta vida y por la eternidad. “Regocijaos en el Señor
siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4.4).
10.
La
reverencia
El
compañerismo con Dios y con los santos engendra una reverencia para con Dios y
su palabra. Mientras más entendamos acerca de Dios, tanto más impresionados
quedamos con su benevolencia, grandeza, santidad, majestad y gracia. Los que
andan con él le sirven con temor y reverencia.
11.
La
integridad
Una de
las cualidades sobresalientes del hijo de Dios es que él es veraz. La honradez y
la rectitud señalan su andar diario. Esta cualidad pertenece a la verdadera
naturaleza cristiana.
12.
La paz
“El
siervo del Señor no debe ser contencioso” (2 Timoteo 2.24), porque “las armas de
nuestra milicia no son carnales” (2 Corintios 10.4). “Bienaventurados los
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo
5.9).
Enseñanzas bíblicas sobre el vestuario
1.
La Biblia enseña en contra de
conformarse a las modas del mundo
A
continuación ofrecemos una lista de pasajes bíblicos que tratan este tema: Juan
17.14, 16; Romanos 12.1–2; 2 Corintios 6.14–18; Santiago 1.27; 4.4; 1 Pedro 2.9;
1 Juan 2.15–17. La Biblia ofrece instrucciones específicas que dicen cómo
debiéramos vestirnos (1 Timoteo 2.9–10; 1 Pedro 3.3–4). Quebrantamos todas estas
instrucciones si nos conformamos a las modas del mundo. El conformarse a estas
modas en vez de obedecer las instrucciones de la palabra de Dios es desobedecer
a Dios. Si cambiamos nuestro vestuario para que esté a la última moda, esto
muestra que amamos la alabanza de los hombres más que la alabanza de
Dios.
Algunas
personas dicen que no es bueno parecer “extraños” por la clase de ropa que
usamos. Pero puesto que todo el mundo sigue la moda, los pocos cristianos que no
lo hacen van a parecer extraños. La gente incrédula va a darse cuenta por
nuestra apariencia que somos de aquellos que han salido del mundo (2 Corintios
6.17–18) y que estamos viajando en la senda de justicia y santidad. Normalmente,
los que protestan contra las reglas prácticas de la iglesia sobre el vestuario
quieren conformarse más a lo que manda el mundo.
2.
La Biblia enseña la
distinción entre los sexos en el modo de vestir
En la ley
de Moisés, Dios les dio a los israelitas el mandamiento de vestirse de manera
que la distinción entre los sexos no se borrara (Deuteronomio 22.5). El Nuevo
Testamento manda a las mujeres llevar un velo y manda a los hombres no llevarlo.
Las personas que promueven la apariencia unisex se están rebelando contra la
diferencia entre los sexos que Dios ha hecho. Hombres y mujeres cristianos
desearán siempre honrar esta diferencia, aun por la manera en que se
visten.
3.
La Biblia enseña que la ropa
sea decorosa, no deshonesta
Primera
de Timoteo 2.9–10 y 1 Pedro 3.3–4 hablan de cómo debe ser la ropa de la mujer
cristiana. Estos mismos principios se aplican a todo cristiano. Según 1 Timoteo
2.9–10 el cristiano debe vestirse:
(1)
“Con pudor y modestia” lo cual es totalmente opuesto a la manera que se
viste el mundo.
(2)
“No con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos.” El
vestido deshonesto y el deseo de exhibir el cuerpo son expresiones del orgullo,
la concupiscencia y el deseo de seguir la moda.
(3)
“Sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan
piedad.”
La
persona modesta debe desear ataviarse de “ropa decorosa.” Mientras que el mundo
se viste para adornar el cuerpo, Dios quiere que su pueblo se vista para cubrir
el cuerpo. Puesto que los cristianos no usan la ropa para destacarse, sino para
cubrir el cuerpo en que mora un corazón humilde, les conviene vestirse de
acuerdo con las normas de su iglesia. Ellos no menosprecian la idea de parecer
como los demás hermanos o de no tener muchas clases de ropa con que
expresarse.
4.
La Biblia prohíbe las joyas y
los adornos
Lea 1
Timoteo 2.9–10 y 1 Pedro 3.3–4. La mujer cristiana no se pone joyas porque
llaman atención al cuerpo. Lo que la mujer cristiana sí debe y puede
adornar es el espíritu.
Lo que significa la separación del mundo
1.
Significa vivir apartado del
mundo
Dios nos
“llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2.9). Los discípulos “no
son del mundo” (Juan 17.14), como tampoco Cristo es del mundo. Dios nos recibe
con la condición de que salgamos de “en medio de ellos” (2 Corintios 6.17–18).
Es cierto que vivimos en el mundo, pero no somos del
mundo.
2.
Significa guardarse de los
yugos desiguales con los incrédulos
En 2
Corintios 6.14–18 hallamos las siguientes preguntas:
¿Qué
compañerismo tiene la justicia con la injusticia?
¿Qué
comunión tiene la luz con las tinieblas?
¿Qué
concordia tiene Cristo con Belial?
¿Qué
parte tiene el creyente con el incrédulo?
¿Qué
acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?
Amós 3.3
plantea esta pregunta: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de
acuerdo?”
Las
respuestas a estas preguntas demuestran que muchas personas que dicen que son
cristianos están enredadas en yugos desiguales en las organizaciones sociales,
en las asociaciones comerciales y en la política. El cristiano no debe ser
miembro de ninguna organización que tiene propósitos que no son bíblicos o que
usa métodos que no son bíblicos para lograr sus propósitos.
3.
Significa testificar de
Jesús
La
separación del mundo no significa no ayudar al mundo. Los discípulos, aunque no
eran del mundo, fueron enviados al mundo por Jesús (Juan 17.18). Como el que
rescata al que se está ahogando no puede estar ahogándose el mismo, así los
hijos de Dios pueden rescatar a almas del mundo sólo si están libres ellos
mismos de los enredos del mundo. “Ninguno que milita se enreda en los negocios
de la vida” (2 Timoteo 2.4). Los que en verdad están libres del pecado son los
que más desean que otros tengan la misma libertad. (Lea Romanos 12.2; 1 Pedro
2.9.)
4.
Significa vivir en la
santidad
Es
notable que muchos de los pasajes que hablan de la separación también mencionan
la santidad. El requisito de Dios para recibirnos a nosotros es: “Salid de en
medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os
recibiré” (2 Corintios 6.17). Vea también Romanos 12.2 y 1 Pedro
2.9.
5.
Significa continuar en esta
separación por toda la eternidad
Al haber
sido llamados de las tinieblas, si continuamos andando en la luz, reinaremos con
Cristo por los siglos de los siglos (Apocalipsis 22.5). El juicio final de los
malvados significará sencillamente esto: Al haber escogido seguir al dios de
este siglo, continuarán con él por toda la eternidad. Para los justos la
sentencia será: “Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré” (Mateo 25.21).
La humanidad anda en dos caminos (Mateo 7.13–14) y en rumbos opuestos. “E irán
éstos [los injustos] al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo
25.46).
Fuente: elcristianismoprimitivo (punto) com/doct49 (punto) htm