El Jesús de
Nazareth nada tiene que ver con los demonios de la Nueva Era. Jesucristo no es un “espíritu evolucionado”. El Jesucristo bíblico es Dios junto con el
Padre y el Espíritu. (Creador de todas las cosas porque los tres son uno). Todo
lo que existe tanto en el cielo o en la tierra es por mano de estos tres que
componen la única deidad verdadera. En un remoto pasado, hubo una rebelión en
los cielos, la rebelión de Lucifer. Lucifer era un querubín perfecto quien tenía
a cargo la adoración en el cielo. Sin embargo, Lucifer se corrompió a causa de
su hermosura. Se vio a si mismo sentado en el trono del Creador. No quería dar
gloria a Dios como el Creador, sino que aunque el mismo era una criatura, quería
que se le adorara como a Dios. A causa de esto, Dios lo expulsó desde los
cielos. Junto con su expulsión vino también la expulsión de muchos otros ángeles
que se corrompieron de igual forma que Lucifer. Fue el momento que el reino de
la maldad tuvo su origen por la separación de estos ángeles que en un principio
eran buenos, ahora eran ángeles rebeldes contra Dios. Estos ángeles no mueren
porque vinieron directamente desde los cielos, solo pueden ser aprisionados o
encadenados cuando Dios así lo hace con ellos. Los ángeles rebeldes vinieron a impactar al
mundo. Cuando Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) creó al mundo y creo también
al hombre, los ángeles rebeldes pusieron al hombre en el blanco o mirilla de su
ataque contra Dios. Destruirían a los hombres porque los hombres son la
semejanza de Dios. Es por esto que se narra en el Génesis el suceso de la tentación
de la serpiente. De cómo los hombres fueron seducidos por el mal. La naturaleza
humana, en un principio perfecto, se llenó de corrupción. Una vez la naturaleza humana fue manchada con
el pecado, se necesitaba la limpieza nuevamente para poder tener comunión con
el Creador. En el estado natural caído, el hombre está lejos de Dios, ya que
Dios es santo y perfecto y la paga del pecado es la muerte. Se necesitaba una
manera de limpiar el alma humana. El hombre mismo no lo podía lograr porque
estaba manchado en su totalidad. Es por esto que Dios mismo, Jesús (el Hijo de
Dios) vino desde el cielo siendo perfecto y siendo la imagen visible del Dios
invisible a llevar a cabo la misión redentora del hombre. ¿Cuál era la misión redentora?
Lavar el alma humana para que todo hombre sea salvo. ¿Cuál fue el precio que
tuvo que pagar? Siendo perfecto, ser el sustituto o pago por la maldad TOTAL de
la humanidad. Es decir, que así como por medio de un hombre el pecado entró en
el mundo, de la misma manera, por medio de la obediencia de un hombre (Cristo)
todos serian reconciliados en Dios por medio de su obra. ¿Cuál fue su obra? Su
obra fue su entrega, muerte y resurrección. De esta forma lavó los pecados de
la humanidad. De esta forma, cuando un hombre cree en el, puede ser salvo para
Dios. Esta salvación por medio de la fe también conlleva obediencia a la
Palabra de Dios en una vida de hacer el bien. Esta verdad, Satán (Lucifer) la
esconde de los hombres para que los hombres no sean salvos. Lucifer crea toda
clase de mentiras para que los hombres no vean la luz. Una de las mentiras que
Lucifer crea es que Cristo no es Dios y que es una simple persona más, alguna
clase de “maestro iluminado”. La realidad es otra, la realidad es que Dios no
tiene igual, Jesús está a la diestra de Dios y tiene el más excelente nombre,
es decir, ante él se tiene que postrar toda criatura, incluso el mismo Lucifer
tiene que doblar rodillas delante de Dios. Lucifer no tiene poder contra Dios
porque es inferior. Dios tiene el poder para reprender a Lucifer y deshacer sus
obras. Un hombre preso del poder de Lucifer puede llegar a ser libre si pone su
fe en Cristo. Quien permite que Dios reine en su vida rompe con el reino de
Lucifer. Todo lo que el hombre necesita es fe en la obra poderosa de liberación,
redención y santificación que Cristo hizo en la Cruz. La salvación consiste en
creer que Jesús es el Hijo de Dios y que resucitó al tercer día para darte la salvación.
Si
crees esto y te agarras de esta verdad, no hay poder de Lucifer que pueda
hacerte daño.
Vea:
Lucas
10:18; Hechos 10:38; Ezequiel 28; Romanos 5; Juan 3:16; I Corintios 6:10; Romanos 10:9; Hechos 16:31; I Corintios 1:30; Mateo 1:21; Colosenses 2:14; Colosenses 1:15-21