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viernes, 1 de enero de 2010

El sano optimismo versus las ideas de la Nueva Era que deifican al hombre


El sano optimismo versus la idea de la Nueva Era (Confesión positiva)


El optimismo se define como “la tendencia de ver en las cosas el aspecto más positivo y favorable”. El optimismo es todo lo contrario a pesimismo. El pesimismo se define como el “ver todas las cosas de manera negativa”. Si presentamos el mismo cuadro delante de una persona optimista y de una pesimista, ambas verán las cosas de diferente manera. Pongamos el ejemplo de un vaso de agua cuyo volumen es el 50% de su capacidad total. Frente a ese escenario ambos tendrán las siguientes ópticas:


El pesimista dirá:


“el vaso está medio vacío”.


El optimista dirá:


“el vaso está medio lleno”.


En ambos ejemplos, cada uno va hacia una dirección contraria. El optimismo le sirve de ayuda al hombre para que pueda proseguir hacia sus metas, en cambio, el pesimismo le sirve de excusa, engrandece el desánimo y le impide realizar sus proyectos.


En la Biblia vemos constantes ejemplos de optimismo desde el momento que Dios le hizo el primer llamado a sus siervos para salir del pecado e ir en pos de la tierra prometida. Claramente es un llamado optimista y que requería fe y esfuerzo confiando en la dirección de Dios a través de toda la historia. Siendo que Dios es todopoderoso no existe en él el cansancio ni obstáculo que detenga su obra. Es por esto que el llamado de Dios es que el hombre deposite su fe en él, ya que él todo lo puede.


Dios no posee limitaciones, sin embargo, los hombres como criaturas están limitados en diversas maneras. El hombre se cansa, se enferma, se entristece y tiende a desmayar. Frente a lo limitado del hombre, Dios le ofrece su ayuda, su providencia y su favor para ayudar al hombre llegar al otro lado de cada meta.


El optimismo bíblico consiste en que el hombre comprenda la realidad que no está solo. Que frente a sus problemas, existe un Dios grande que conoce todo y que brinda ayuda verdadera. Se nos exhorta en la Palabra de Dios:


“diga el débil: Fuerte soy” (Joel 3:10)


Parafraseando ese texto nos diría:


¿Por qué miras lo negativo en la adversidad? En medio de tu adversidad, ve la providencia del Dios que todo lo puede frente a tus circunstancias. Si Dios todo lo puede, entonces, ¿dónde está tu problema? Esa es la enseñanza que Dios nos quiere dar cuando nos dice: “diga el débil: Fuerte soy”


Esa enseñanza de optimismo y fe que Dios nos quiere dar es muy diferente a la falacia que propone la Nueva Era con la llamada “confesión positiva” que ha penetrado las iglesias. Una falacia no es otra cosa que argumentos que parecen lógicos pero que en su conclusión conducen a una mentira o a engaño. Son palabras adornadas las cuales con sutileza tuercen la verdad.


La Nueva Era y su “confesión positiva” usarán la frase: “diga el débil: fuerte soy…” para proponer que el resultado sobre las cosas se debe al poder liberado por las palabras o la mente humana. Es decir, la Nueva Era eleva las palabras al lugar que le corresponde al poder de Dios. De esta manera, procurará cambiar el ambiente y todo alrededor por medio del ordenarle y declarar a su ambiente el cambio. Es decir, propone la “confesión positiva” que el efecto de pronunciar palabras contrarias a lo que se ve, es la fuente del cambio. No, la denominada “confesión positiva” no trata de confiar en que Dios todo lo puede y que es Dios el que hace el cambio cuando creemos que él hará la obra. De lo que se trata es de sugestión y glorificación de la palabra humana como un medio para obtener cualquier cosa por medio del confiésalo y recíbelo.

En la Biblia tenemos claro que Dios se nos presenta como el omnipotente, el omnisciente y el omnipresente. En otras palabras, nada hay imposible para Dios. Es Dios y no el hombre quien llama a las cosas que no son, como si fuesen (Rom. 14:17)


De la misma manera, ese Dios le extiende la mano al hombre que pone su fe y su mirada en él. Esa es la fe bíblica, que el Dios todopoderoso hace alianza con el hombre que guarda sus mandamientos. Es decir, la persona de Dios está dispuesta a responder a la oración y al clamor de los justos que tienen fe en Él.


Nunca en la Biblia Dios tuvo el objetivo de glorificar o exaltar las palabras por las palabras en si mismas. Allí es donde entra la falacia de la Nueva Era. La Nueva Era toma el optimismo bíblico y lo conduce a ser un esclavo donde le hace creer al hombre que por el mero hecho de confesar lo contrario a lo que ve (enfatizando en la confesión y en la palabra hablada) será el poder de esa palabra hablada la que hará el cambio.


En la Biblia, de la fe que se nos habla es de aquella que tiene la “certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”, sin embargo, el efecto del milagro y del cambio no es la glorificación de la fe sobre si misma, sino de la fe depositada en Dios. Nunca en la Biblia Dios glorifica la fe en si misma. La glorificación de la fe en si misma se da en las religiones orientales y paganas. Ellos endiosan los pensamientos del hombre de tal forma que piensan que son omnipotentes con el mero hecho de control mental.


Esto es contrario a la Biblia. La Biblia, aunque habla de la fe, tiene una persona sobre la cual depositarla y es Dios.


En diversas partes de la Biblia se deja claro que el hombre es inútil sin la realidad del poder de Dios en su vida. Dios reprende a aquellos que piensan que son fuertes por su propia fuerza. El simple hecho de que el hombre tenga la intención de pensar que por el mero “confesar y declarar” realiza algún cambio sobre sus circunstancias, en realidad se está desligando de Cristo para ir en otra dirección. Ni siquiera es válido el hecho de citar pasajes de la Biblia con propósitos errados tal y como lo hizo Lucifer contra el Cristo en el monte de la tentación (Mateo 4). Parafraseando las palabras de Lucifer de “escrito está”, lo que realmente Lucifer estaba diciendo era: “tu palabra lo dice, yo lo declaro que así es…”, pero esa misma palabra que el diablo le declaraba a Cristo era refutada con la perfección de la santidad y propósito de Dios. Es de esperarse que de la misma manera que Lucifer utilizó la frase: “escrito está” para tratar de estorbar o destruir a Cristo, de la misma manera, usará toda clase de argumentos bíblicos que parezcan lógicos para tratar de desviar a los creyentes del propósito de Dios.

En la fe bíblica:


El hombre procurará humillarse delante de Dios para clamar y rogar esperando que el Dios todopoderoso le brinde la respuesta y ayuda deseada reconociendo que Dios todo lo puede y que puede entrar en el tiempo y espacio del hombre para socorrerlo. Dice la fe bíblica:


“Sáname y seré sano” (Jeremías 17:14)


“Jesús, ten misericordia de mí, sáname” (Salmo 6:2)



En la fe distorsionada de la Nueva Era:


El hombre se sentirá todopoderoso para decretar y ordenarle a las cosas esperando el resultado inmediato por el mero hecho de pronunciar palabras que sean diferentes al ambiente adverso.


“estoy sano”


“soy próspero”


“decreto esto o aquello”


Debemos notar que en ambos ejemplos se obtendrá un resultado de sanidad. Tanto los cristianos que tienen fe en Dios, como aquellos paganos que tienen fe en el poder de las palabras obtendrán un milagro de sanidad. El propio Paul Yongui Cho, el pastor coreano que se ha encargado de introducir los métodos orientales de sanidad con una fachada cristiana reconoce que los monjes budistas (sokakkakai) así como otras religiones y sectas obtienen sus milagros usando la fe en el poder de las palabras y de la autosugestión mental. El asunto aquí no es si se obtiene o no un milagro, el asunto aquí es, de donde procede. Ya que tanto los paganos, así como los cristianos obtienen un milagro, ¿Cuál es la diferencia?


La diferencia entre el pagano y el cristiano consiste en que el pagano al ser rebelde se considera auto dependiente y autosuficiente, en cambio, el creyente se considera dependiente de Dios para todos sus asuntos. Es por esto que Job, Pablo ni Timoteo (I Timoteo 5:23) usan ninguna clase de autosugestión para auto sanarse de sus enfermedades sino que elevan a Dios sus clamores y ruegos esperando que sea Dios quien brinde la respuesta.


El propio Paul Yongui Cho admite en su libro “La Cuarta Dimensión” que los monjes budistas (sokakkakai) obtienen su milagro, pero su milagro es producto del poder de los demonios. Entonces, ¿de qué le sirve el alegado milagro?

Paul Yongui Cho afirma que los creyentes pueden usar los mismos medios de autosugestión y visualización para obtener milagros cualquiera, pero que sus milagros serán el producto de Dios y no de los demonios.


Preguntémonos, ¿desde cuando nuestros milagros son el producto de un método?


La Biblia en ninguna parte apoya la idea que los milagros que esperamos sean el producto de un método de autosugestión sino solamente de Dios. Paul Yongui Cho hace mil malabares para pretender justificar bíblicamente las mismas técnicas budistas aplicadas con ideas cristianas. Sin embargo, de la misma manera que yerran los (sokakkakai), de la misma manera yerra Paul Yongui Cho al afirmar que el milagro es el producto o el resultado de un método de autosugestión y no exclusivamente Dios. Paul Yongui Cho eleva los pensamientos al lugar de la omnipotencia de Dios, de la misma manera que los “sokakkakai” lo hacen a los demonios. Entonces, ¿qué tenemos ahora? Tenemos una secta que dice ser cristiana, que cita la Biblia, que hace milagros y que tergiversa la fe bíblica hacia el poder de la mente humana.


¿Desde cuándo Dios se hace esclavo de un método humano?



Dios no obedece métodos de visualización para brindarle las cosas a los hombres. Dios busca gente que se humille de corazón y lo busque de veraz. Los que procuran obtener toda clase de cosas usando métodos orientales con fachadas cristianas, en realidad reciben sus "milagros" del mismo lugar de donde lo obtienen los "sokakkakai".



Nada que se desliga de la total dependencia de Dios, puede ser de su agrado. Es por esto que Dios nos advierte que mucha gente al final afirmará haber hecho milagros en el nombre de Cristo y Cristo mismo les dirá nunca haberlos conocido.


El deseo de Dios es que usted esté sano, próspero y caminando hacia adelante, pero a la vez reconociendo que todo se lo debe a él y no a ninguna clase de ídolo, ni siquiera el endiosamiento de la mente humana.

El optimismo bíblico le hace la invitación al hombre a que camine hacia adelante confiando en el Dios todopoderoso el cual está accesible a usted por medio de su oración, ruego y clamor y donde Dios tiene buena voluntad a su favor.


En cambio, la denominada “confesión positiva” (Nueva Era) procurará que el lugar de Dios sea usurpado por cualquier otra cosa, incluyendo el poder de la mente elevada al lugar de un ídolo.


En este tiempo diversidad de congregaciones cristianas han estado bombardeadas por corrientes paganas con fachadas cristianas que confunden al creyente y lo envuelven en medias verdades. Dios no desea que usted ande en medias verdades sino en simplemente la verdad.


El Dios de la Biblia se llama YHVH (Yo Soy), pero no se llama “fe”



En Hebreos 11 se nos dice de los logros obtenidos por el pueblo de Dios en diferentes edades por medio de la fe. La fe es un medio, una herramienta y un vehículo para tocar a Dios. Sin embargo, la fe no es nuestro objeto de culto sino Dios. Cuando usted exalta la fe en lugar de Dios va por el camino equivocado, y de eso es lo que trata la confesión positiva del “declara y recíbelo” de la Nueva Era. Si usted analiza el método de la confesión positiva se dará cuenta que no existe arbitro ni regulación alguna en los motivos que usan para “declarar y recibir”. Cuanta cosa se le antoje al hombre, ellos creen poderla obtener por medio de la palabra hablada. Sin embargo, en lo que corresponde a los creyentes en Cristo, es Dios quien regula, da o se abstiene de dar la respuesta frente al clamor del hombre.



¿Cuán dispuesto está Dios a ayudar e intervenir a favor del hombre?


Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. (Mateo 18:19)


Dios nos dice que si el hombre pide, recibirá respuesta.


¿Qué clase de pedido?


Primero el hombre humillado reconoce que Dios es mayor y sobre todas las cosas. De manera humilde y reverente eleva súplicas, ruegos y clamor haciendo conocer a Dios su petición. Dios se mueve y hace el milagro.


Esto es muy diferente a lo que hace la Nueva Era de pretender conseguirlo todo autosugestionándose que tiene las cosas. Y declarando o decretando cuadros mentales o auditivos de lo que espera ver.



Comencemos este año con la fe puesta totalmente en Dios y en su poder y no en ninguna otra cosa, ya que todo lo demás es volátil e inseguro. Tenemos un Dios todopoderoso que está dispuesto a darnos todas las cosas conforme a su voluntad. Todo aquello que nos sea de beneficio y de provecho y se abstendrá de darnos aquello que nos pueda ser perjudicial y que por alguna razón no comprendamos ni entendamos debido a nuestro conocimiento limitado sobre las cosas. Se nos dice:


“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. (Rom. 8:26)


Frente a toda necesidad del hombre, Dios estará cerca de todo aquel que use el vehículo de la fe para poner su mirada en Él y en la respuesta que nos dará.


“Una vez habló Dios; Dos veces he oído esto: Que de Dios es el poder, y tuya, oh Señor, es la misericordia…” (Salmo 62:11)


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