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Los apóstoles,
intercedieron (oraron) por los creyentes mientras ejercían su ministerio en
esta tierra. Ahora, luego de muertos, no interceden por nadie, porque están
aguardando el día de la resurrección. Los creyentes que ya han partido, se
encuentran en un lugar de espera llamado paraíso, donde aguardan la resurrección
futura. No se encuentran en un lugar intercediendo por nadie. Quien único puede
interceder es Cristo, cuando el hombre clama con fe. Nadie más oye. Ni María,
ni Pablo, ni Pedro, ni nadie. Eso son mentiras y blasfemias de la falsa
religiosidad de Roma. Dice: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de
arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero. Luego
nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados
juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así
estaremos siempre con el Señor.” (I Tesalonicenses 4:16-17) Si aquellos que ya habían partido primero, son
los primeros que resucitarán, eso nos dice claramente que se encontraban en un
lugar diferente a donde fueron trasladados luego de la resurrección, por ende, ni
María, ni Pedro, ni Pablo estaban intercediendo por nadie antes de la resurrección.
(Deuteronomio 18:11) Cuando alguien hoy ora y pide a María, a Pedro, o a
cualquiera de los santos ya fallecidos, esta orando a los muertos. (A aquellos
quienes esperan la resurrección) (I Tesalonicenses 4:16-17) Colocar a los santos de la Biblia en un lugar “intercesor”
de la gente en este mundo, es anti bíblico. Ni los que descienden al Seol pueden
afectar de manera alguna nuestro mundo terrenal, ni tampoco los que están en el
paraíso. Lucas 16 dice claramente que tal “clamor” no es atendido de forma
alguna por Jesucristo. Sin embargo, esos que partieron tienen vida ya que se
encuentran en el paraíso (antesala del cielo) esperando la resurrección. Pero
esa vida que ellos tienen no pueden de forma alguna hacer nada por aquellos que
están en la tierra. Quien único puede
interceder por el hombre es Dios mismo, por medio del Hijo y el Espíritu Santo.
(Romanos 8:26) Poner a María como intercesora es ofender a la propia María y
desobedecer a Cristo.