Hay gente que no sale
de fracaso en fracaso. Toman decisiones por su propia voluntad y no permiten
que Dios sea el que rija en todos sus asuntos. Luego que hacen y deshacen,
viene a preguntarle a Dios "si es su voluntad esto o
aquello" luego que ellos mismos han decidido todo. Como si fuera poco,
culpan a Dios de sus fracasos o le acusan de no amarles. Dicen: “clamé y no me oíste,
oré y no me respondiste…” Sin embargo,
el camino de la verdadera victoria y prosperidad se encuentra en escuchar a
Dios, esperar en él, someterse y ser dirigido. De otra forma juegas a ser un
mero religioso.
"¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo
digo?" (Lucas 6:46)