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sábado, 24 de agosto de 2013

"Gayo, les manda saludos..."

 
"Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto." (Romanos 16:23) Para muchos estas palabras de la Biblia no significan mucho, sin embargo, tienen un valor incalculable. ¿Cuál valor? El valor de la sinceridad, de la amistad, de la armonía, de la preocupación entre hermanos, del pastoreado verdadero, del cuidado, de la esencia de ser genuino. Cuántos ministerios he visto que recurren fielmente los domingos a cobrar su salario, pasa un tiempo, se mueven, y nunca más se preocuparon por aquellos que antes abrazaban y saludaban. Nunca más mostraron interés alguno por aquellos con quienes confraternizaron. ¿Qué hicieron? Simplemente tiraron por el piso todo lo que predicaron. Demostraron que no eran genuinos. Vemos en el ejemplo bíblico que sin importar la distancia, los verdaderos ministros siempre se ocuparon de conocer el estado espiritual de aquellos que una vez estuvieron entre ellos. ¿A dónde se fueron todos? Simplemente nunca estuvieron entre nosotros. Quizás en cuerpo sí, pero en alma y en espíritu muy lejos. Mientras tanto, repiten el mismo ciclo entre otras ovejas. Mientras tanto, sueñan de coronas en el cielo, pero se les olvida algo…
 
"Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?" (I Juan 4:20)
 
(Juan 10:13; Ezequiel 34)


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