Una de las evidencias del
nuevo nacimiento lo es esa necesidad interna de poder compartir con otros el
amor y la bondad de Dios. No, no se trata meramente de un mensaje a la
distancia por medio de un micrófono. Se trata de ir donde está la
verdadera necesidad, la enfermedad y la angustia. La distancia no puede
entregar un fuerte abrazo, no puede sanar al enfermo ni puede lograr un cambio
permanente. En cambio, un siervo humilde que se mueve como Cristo lo hizo irá
donde se encuentra el enfermo, servirá de bálsamo que sana, palabra de restauración y de
esperanza. No hay tiempo para prestarle a rumores, murmuraciones, juicios
injustos de la mente basados en opiniones y falsas acusaciones. Es tiempo de
comenzar a dar evidencias de que es el amor de Dios el que reina en nosotros y
no las obras de la carne que para nada sirven. Cuatro paredes no son la
iglesia, la iglesia se encuentra en donde hay un alma que posee fe. Es esa alma
que será restaurada por medio de la fe. En muchos casos, los
templos están llenos de gente que solo vienen en busca de una palabra de
auto complacencia y egoísmo, glotones espirituales que no se sacian de comer
pero no tienen tiempo para compartir y mucho menos para compartir amor de forma
genuina por otros. Estamos llamados a ser genuinos, a ser transformados en el
interior y llevar el amor transformador de Cristo a otros. Ocupémonos en buenas
obras y no en murmuraciones ni en cosas infructuosas. No hay tiempo para hablar
mal de tu hermano, solo hay tiempo para expresar sanidad y restauración hacia
tu prójimo.
Palabra fiel es esta, y
en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios
procuren ocuparse en BUENAS OBRAS. Estas cosas son buenas y útiles a los
hombres. (Tito 3:8)