“A ti,
oh Jehová, clamaré; porque fuego consumió los pastos del desierto, y llama
abrasó todos los árboles del campo. Las bestias del campo bramarán también a
ti, porque se secaron los arroyos de las aguas, y fuego consumió las praderas
del desierto.” (Joel 1:19-20)
“Entonces Elías tisbita, que era
de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya
presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi
palabra.Y vino a él palabra de Jehová, diciendo: Apártate
de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está
frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den
allí de comer. Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y
vivió junto al arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Y los cuervos le
traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del
arroyo. Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque
no había llovido sobre la tierra. Vino luego a él
palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí;
he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente. Entonces
él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he
aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo:
Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Y yendo ella
para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas
también un bocado de pan en tu mano. Y ella respondió:
Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina
tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos
leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y
nos dejemos morir. Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero
hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y
tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel
ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija
disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces
ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días.
Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme
a la palabra que Jehová había dicho por Elías. Después de estas cosas aconteció
que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que
no quedó en él aliento. Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de
Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir
a mi hijo? El le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo
tomó de su regazo, y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su
cama. Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa
estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo? Y se tendió sobre el
niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas
volver el alma de este niño a él. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del
niño volvió a él, y revivió. Tomando luego Elías al niño, lo trajo del aposento
a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías: Mira, tu hijo vive. Entonces
la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la
palabra de Jehová es verdad en tu boca.” (I Reyes 17)
“Pasados muchos días, vino
palabra de Jehová a Elías en el tercer año, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y
yo haré llover sobre la faz de la tierra. Fue, pues,
Elías a mostrarse a Acab. Y el hambre era grave en Samaria. Y
Acab llamó a Abdías su mayordomo. Abdías era en gran manera temeroso de Jehová.
Porque cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehová, Abdías tomó a cien
profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta en cuevas, y los sustentó con
pan y agua. Dijo, pues, Acab a Abdías: Ve por el país a todas las fuentes de
aguas, y a todos los arroyos, a ver si acaso hallaremos hierba con que
conservemos la vida a los caballos y a las mulas, para que no nos quedemos sin
bestias. Y dividieron entre sí el país para recorrerlo;
Acab fue por un camino, y Abdías fue separadamente por otro. Y yendo Abdías por
el camino, se encontró con Elías; y cuando lo reconoció, se postró sobre su
rostro y dijo: ¿No eres tú mi señor Elías? Y él respondió: Yo soy; ve, di a tu
amo: Aquí está Elías. Pero él dijo: ¿En qué he pecado,
para que entregues a tu siervo en mano de Acab para que me mate? Vive Jehová tu
Dios, que no ha habido nación ni reino adonde mi señor no haya enviado a
buscarte, y todos han respondido: No está aquí; y a reinos y a naciones él ha
hecho jurar que no te han hallado. ¿Y ahora tú dices: Ve, di a tu amo: Aquí
está Elías? Acontecerá que luego que yo me haya ido, el
Espíritu de Jehová te llevará adonde yo no sepa, y al venir yo y dar las nuevas
a Acab, al no hallarte él, me matará; y tu siervo teme a Jehová desde su
juventud. ¿No ha sido dicho a mi señor lo que hice,
cuando Jezabel mataba a los profetas de Jehová; que escondí a cien varones de
los profetas de Jehová de cincuenta en cincuenta en cuevas, y los mantuve con
pan y agua? ¿Y ahora dices tú: Ve, di a tu amo: Aquí está Elías; para que él me
mate? Y le dijo Elías: Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy,
que hoy me mostraré a él. Entonces Abdías fue a
encontrarse con Acab, y le dio el aviso; y Acab vino a encontrarse con Elías. Cuando
Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tú el que turbas a Israel? Y él respondió: Yo
no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos
de Jehová, y siguiendo a los baales. Envía, pues, ahora y congrégame a todo
Israel en el monte Carmelo, y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y
los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel. Entonces
Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte
Carmelo. Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis
vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en
pos de él. Y el pueblo no respondió palabra. Y Elías volvió a decir al pueblo:
Sólo yo he quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal hay
cuatrocientos cincuenta hombres. Dénsenos, pues, dos
bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero
no pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, y
ningún fuego pondré debajo. Invocad luego vosotros el
nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que
respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió,
diciendo: Bien dicho. Entonces Elías dijo a los
profetas de Baal: Escogeos un buey, y preparadlo vosotros primero, pues que
sois los más; e invocad el nombre de vuestros dioses, mas no pongáis fuego
debajo. Y ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron
el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: !!Baal,
respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos
andaban saltando cerca del altar que habían hecho. Y aconteció al mediodía, que
Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios es; quizá
está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay
que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y
con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. Pasó
el mediodía, y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de
ofrecerse el sacrificio, pero no hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni
escuchase. Entonces dijo Elías a todo el pueblo:
Acercaos a mí. Y todo el pueblo se le acercó; y él arregló el altar de Jehová
que estaba arruinado. Y tomando Elías doce piedras,
conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dada
palabra de Jehová diciendo, Israel será tu nombre, edificó con las piedras un
altar en el nombre de Jehová; después hizo una zanja alrededor del altar, en
que cupieran dos medidas de grano. Preparó luego la leña, y cortó el buey en
pedazos, y lo puso sobre la leña. Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua, y
derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y
otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la
tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del
altar, y también se había llenado de agua la zanja. Cuando
llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo:
Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres
Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas
estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que
conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el
corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y
consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua
que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se
postraron y dijeron: !!Jehová es el Dios, Jehová es el Dios! Entonces Elías les
dijo: Prended a los profetas de Baal, para que no escape ninguno. Y ellos los
prendieron; y los llevó Elías al arroyo de Cisón, y allí los degolló.
Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande
se oye. Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a
la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las
rodillas. Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y
miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. A
la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un
hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y
desciende, para que la lluvia no te ataje. Y aconteció,
estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una
gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel. Y la mano de Jehová estuvo
sobre Elías, el cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a
Jezreel. (1 Reyes 18)
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