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domingo, 26 de julio de 2009

Más de 50 asesinos nazis huyeron de Alemania y se refugiaron en América del Sur, entre otros lugares...

Siendo protegidos por el Vaticano y su influencia política, los asesinos nazis no sólo quedaron impunes sino que viven cómodamente. Siguen vigentes y escondidos por los gobiernos nazis y por el mismo Vaticano.

Esa protección brindada por el Vaticano y por la masonería política ¿no augura una nueva formación de un nuevo Reich mundial?

Dice el artículo:

http://www.univision.com/content/content.jhtml?cid=779738&pagenum=1

Expansión nazi en América del Sur

¿Hitler en la Patagonia?

Con el fin de poner en tela de juicio las versiones oficiales difundidas sobre algunos hechos históricos, el libro “Nazis en el sur”, del historiador argentino Carlos de Nápoli, revela, entre otros puntos, aspectos increíbles y hasta ahora no conocidos del insaciable expansionismo alemán en el siglo XX y los planes de fuga de Adolf Hitler a Sudamérica.

Presencia alemana


De Nápoli señaló que, con “Nazis en el sur. La expansión alemana sobre el Cono sur y la Antártida” (Editorial Norma, Buenos Aires, 2005), intentó desvelar la verdad sobre cuestiones que conoce el “establishment” o “poder establecido” en cada país, ocultada al común de la gente.

El libro, que se distribuirá en varios países de América, narra, por ejemplo, la participación alemana, prácticamente desconocida, en dos grandes conflictos sudamericanos de los años treinta: las guerras entre Paraguay y Bolivia, y entre Perú y Colombia. Con ambas intervenciones se produjo el verdadero debut de la “Luftwaffe” (fuerza área) alemana, antes de su participación en la Guerra Civil Española.

Pero también cuenta la incesante compra por los alemanes desde principios del siglo pasado de tierras, estancias y empresas en la Patagonia argentina, con el fin de montar una estructura que sirviera a sus planes de expansionismo y para conseguir petróleo, puertos seguros o alimentos.

Además, Carlos De Nápoli narra los intentos nazis por apoderarse de las islas Malvinas y la concreción de una invasión dirigida por el criminal de guerra Hermann Göring en un territorio de la Antártida que era reclamado por Noruega, los desembarcos clandestinos en la costa patagónica de oficiales alemanes que huían de la victoria aliada y nuevos datos sobre un plan de exilio de Hitler en Argentina, pergeñado desde 1934 con la ayuda de la piloto alemana Hanna Reitsch.

Ensayos de guerra

Sobre la intervención de los alemanes en dos guerras en Sudamérica, De Nápoli señala que ambas supusieron la “preparación militar para la guerra civil española (1936-1939)”, y que ocurrieron varios años antes del supuesto bautismo de fuego de la fuerza aérea alemana a través de la intervención de la Legión Cóndor en apoyo al general Francisco Franco.

Entre 1932 y 1935, la guerra del Chaco enfrentó a Bolivia y Perú por un territorio en donde se presumía la existencia de grandes reservas de petróleo. Carlos De Nápoli relata que Bolivia, que carecía de fuerza aérea, alquiló para su defensa los servicios del Lloyd Aéreo Boliviano, una empresa de capitales y pilotos germanos que ensayó tácticas de combate y realizó transportes masivos de tropas.

“Por primera vez en la historia miles de hombres y pertrechos fueron trasladados al frente de batalla por vía aérea”, dice el escritor. “Se hizo un puente aéreo gigantesco entre el altiplano boliviano y el lugar de batalla, que quedaba muy lejos, y se llegó a trasladar a 40 mil soldados”, agrega.

En aquel entonces los alemanes “se dieron cuenta de dos cosas muy importantes: que los tanques servían para el desierto, y no para zonas selváticas, y que los aviones eran indispensables para los movimientos de tropas. Eso cambia toda la estrategia”, afirma el investigador argentino.

En el llamado “Conflicto Amazónico” (1932-1934), por el que Perú y Colombia lucharon por un territorio con petróleo y caucho, ocurre algo parecido. El gobierno colombiano debió contratar los servicios de los alemanes de la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos (SCADTA).

Militares norteamericanos, franceses y británicos conocían perfectamente la participación en estas guerras de pilotos y de aviones alemanes presuntamente de uso civil, como el Junkers Ju-52, que habían sido acondicionados como bombarderos, afirma De Napoli.

“Los americanos y franceses sabían con mucho detalle que Alemania se estaba rearmando”, a pesar de las estrictas prohibiciones del Tratado de Versalles, sostiene el escritor.


“Por primera vez en la historia miles de hombres y pertrechos fueron trasladados al frente de batalla por vía aérea”, dice el escritor. “Se hizo un puente aéreo gigantesco entre el altiplano boliviano y el lugar de batalla, que quedaba muy lejos, y se llegó a trasladar a 40 mil soldados”, agrega.

Otro de los hechos poco conocidos que el libro aborda es la preparación de un eventual exilio de Hitler a la Patagonia argentina en el caso de que la situación política en Alemania se volviera en su contra poco después de su llegada al poder, en 1933.

“En 1934 llegó una misión muy complicada a Argentina para buscar un lugar para un posible exilio de Hitler. Se buscaba esa salida porque, aunque éste había llegado al poder, no tenía todos los cables atados, ya que por la composición (política) interna había grupos armados muy violentos, como el dirigido por el jefe de las SA (Sturmabteilung ) Ernst Röhm”, explica De Napoli.

El escritor sostiene que encontró documentación que prueba que Hanna Reitsch, la piloto estrella del nazismo, “estuvo en Argentina y Brasil” para preparar este plan de salida de Alemania del Führer.

Precisamente en la Revista Nacional de Aeronáutica (de Argentina), De Nápoli encontró la reseña acerca de la visita de Reitsch a este país, en el marco de “una misión de planeadores, muy común en ese momento, que (en realidad) era seudo científica y de espías”.

La revista indica que los visitantes alemanes llegaron en planeadores a la estancia La Primavera, de la familia Bustillo.

“Quien me comenta esto era mi abuelo, Blas de Nápoli, un constructor que trabajaba con los Bustillo. Mi abuelo fue partícipe casual de la reunión, bastante reservada pero no secreta”, explica.

Y agrega que con el tiempo obtuvo “varios testimonios afines y concordantes” sobre el tenor de lo tratado.

“Hablaban de que se necesitaba un lugar lo suficientemente grande para que no ubicaran fácilmente a Hitler, haciendo hincapié en el salvajismo del anarquista Ernst Röhm, aunque este era un declarado socialista”, señala.


El escritor sostiene que encontró documentación que prueba que Hanna Reitsch, la piloto estrella del nazismo, “estuvo en Argentina y Brasil” para preparar este plan de salida de Alemania del Führer.

Sobre las horas finales en el poder de Adolf Hitler y su hipotética huida de Alemania a raíz de la derrota nazi en la Segunda Guerra Mundial, el libro también aborda interesantes puntos de vista.

Sugestivamente, como señala De Nápoli, “la menuda y valerosa Reitsch voló desde y hacia Berlín”, más precisamente al bunker del Führer, “en medio de los bombardeos soviéticos, hasta las horas finales del régimen”, en abril de 1945.

De Nápoli recuerda que “el Centro Simon Wiesenthal y muchos historiadores coinciden en que Hanna y su novio, el general Robert Ritter von Greim, fueron los últimos visitantes del bunker de Hitler entre el 26 y el 29 de abril de 1945”.

Los aliados detuvieron e interrogaron a la mujer piloto, acusándola de haber ayudado al canciller alemán a huir, lo que echaría por tierra que este último se hubiera suicidado.

“Hanna se llevó el secreto a la tumba. No contestaba. Ella cuenta (en su libro “Volar es mi vida”) que no habló”, afirma De Nápoli.
Y asegura que “los que dicen que Hitler murió en su bunker son nazis recalcitrantes que lo único que hicieron fue obtener lucro a través de la publicación de sus libros”.

Esa es una versión que, a su modo de ver, Inglaterra promovió, ya que existían negociaciones en los últimos meses de la guerra entre nazis y aliados a favor de la paz y en contra de la Unión Soviética y la ampliación de su poderío en Europa.

En su libro De Napoli recuerda que, en cambio, dirigentes políticos como el soviético Stalin tenían firmes sospechas de que Hitler y otros altos jerarcas nazis escaparon en submarinos “hacia la República Argentina o España” y que algunos de estos sumergibles quizá llegaron hasta la Patagonia, una inmensa región al sur del país que en aquel entonces estaba prácticamente deshabitada y quedaba fuera del alcance de la atención nacional y mundial.


De Nápoli recuerda que “el Centro Simon Wiesenthal y muchos historiadores coinciden en que Hanna y su novio, el general Robert Ritter von Greim, fueron los últimos visitantes del bunker de Hitler entre el 26 y el 29 de abril de 1945”.

De hecho, De Nápoli sostiene que después de la contienda mundial “una cantidad indeterminada de criminales de guerra se refugió en la Argentina”.

Afirma que “se valieron de la red de espías propios montada en el país, contaron con la ayuda de las autoridades nacionales, de pasaportes otorgados por el conde sueco Folke Bernadotte, presidente de la Cruz Roja de su país, y de submarinos”.

Agrega que todo ello fue hecho “con la connivencia de los triunfadores aliados y de acuerdo con la Operación Sunrise, bajo la responsabilidad de Allen Dulles, director de la OSS, antecedente inmediato de la CIA”.

La llegada de submarinos a las costas argentinas ocurrió tres meses después de que terminara la guerra. “Aparecen en julio y agosto de 1945”, cuenta De Nápoli sobre estos hechos, que ya había recogido con anterioridad en su libro”Ultramar sur. La fuga en submarinos de más de 50 jerarcas nazis a la Argentina”, escrito junto al también argentino Juan Salinas y editado por “Norma” en América y próximamente por Belacqua en España.

Según explica De Nápoli, “la cantidad de argentinos comprometidos con el régimen nazi resulta asombrosa. Sin embargo, su actividad en Argentina es aún hoy uno de los secretos mejor guardados (...) Solamente algunos restos se encuentran aquí o allá, de manera tal que reconstruir este espectro del pasado se torna una tarea ímproba (...)”.


La llegada de submarinos a las costas argentinas ocurrió tres meses después de que terminara la guerra. “Aparecen en julio y agosto de 1945”, cuenta De Nápoli sobre estos hechos, que ya había recogido con anterioridad en su libro”Ultramar sur. La fuga en submarinos de más de 50 jerarcas nazis a la Argentina”, escrito junto al también argentino Juan Salinas y editado por “Norma” en América y próximamente por Belacqua en España.


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