Efesios 2: 20 /Efesios 4: 11; y la controvertida “Nueva Reforma Apostólica”
Refutación del llamado “nuevo fundamento apostólico”
Índice del Tema
- 1. Antecedentes
- 2. Edificados sobre “el fundamento de los apóstoles y profetas”
- Añadiendo al fundamento de los apóstoles y profetas
- ¿Jesús no es el cimiento, y sí lo son los actuales apóstoles y profetas?
- Para ellos la Biblia nunca es suficiente
- Los apóstoles de Jesucristo, y los misioneros
- ¿Evangelistas, pastores y maestros, sí, pero apóstoles y profetas, no?
- ¿La unidad de la fe y del conocimiento de Jesucristo, depende de aceptar o no a los apóstoles wagnerianos?
- ¿No está el gobierno de Dios, si no están suficientemente reconocidos los apóstoles de Wagner?
- Bajo el báculo jesuita
“Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2: 11-22)
1. Antecedentes
En este texto paulino podemos apreciar la obra excelsa de la cruz de Cristo, la reconciliación que Dios efectuó, no sólo con los judíos, sino también con el resto de la humanidad, los llamados gentiles.
De hecho, este texto va dirigido principalmente a los creyentes de origen gentil, con los cuales Pablo desarrollaba su ministerio apostólico.
A esos creyentes de Éfeso, gentiles en su mayoría, Pablo les recordaba su pasado de exclusión de Dios (v. 12), no como reproche, sino como realidad, y en ese mismo contexto, les anuncia que gracias al ministerio de Cristo y del derramamiento de su sangre, pudieron participar de los mismos privilegios que sus ahora hermanos, el Israel de Dios (ver Gl. 6: 16) “porque por medio de Él (Cristo) los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (v. 18)
Es en el contexto de la misericordia de Dios, por Su bondad, que la gentilidad que un día estaba alejada de la ciudadanía de Israel y era ajena a los pactos de la promesa, que estaba sin esperanza y sin Dios en el mundo, ahora, por la fe en Cristo y permaneciendo en esa bondad había sido hecha cercana a Dios por la sangre de Cristo (Ro. 11: 22; Ef. 2:12, 13)
“La Cruz hizo la diferencia entre la muerte y la vida eternas”
Un solo rebaño: La Iglesia
Todo ello a tal punto, que de los dos pueblos, es decir, del pueblo judío y del gentil (no judío) hizo un solo pueblo, y ese muro de separación existente e infranqueable, fue de repente derribado al suelo, cumpliéndose de ese modo las mismas palabras de Cristo:
“También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor” (Juan 10: 16)
Ese rebaño aludido por el Señor es la Iglesia; la Iglesia de Jesucristo. De ese modo, Él creó en sí mismo de los dos pueblos, “un solo y nuevo hombre” (V. 15), porque “en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gl. 6: 15); “porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Ef. 2: 18)
“La Iglesia es la asamblea formada por todos aquellos que hemos experimentado un verdadero nuevo nacimiento en Jesucristo (Jn. 3: 3)”
Decimos, pues, que mediante la cruz, Jesús de Nazaret reconcilió con Dios a ambas humanidades, y en esa cruz destruyó las enemistades y todo lo que ante Dios procedía a la separación entre unos y otros, causando la paz, y haciendo llevar este mensaje, el cual se llama el Evangelio o Buenas Nuevas hasta el último rincón de la tierra; tanto a los que estaban lejos, como a los que estaban cerca (Ef. 2: 16, 17)
Por tanto, los que un día éramos simplemente gentiles, y consiguientemente éramos extranjeros y ajenos a Dios, por haber creído en Aquél que dio su propia vida por nosotros, fuimos automáticamente cortados del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuimos injertados en el buen olivo, viniendo a ser participantes del pacto incondicional de Dios con Abraham y con su descendencia, fruto de Su promesa (Ef. 2: 19; Ro. 11: 24; Gl. 3: 18)
De este modo, fuimos constituidos conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios (Ef. 2: 19), y todavía más… hemos sido:
“Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2: 20)
2. Edificados sobre “el fundamento de los apóstoles y profetas”
Hasta aquí quería yo llegar, estimados lectores. Me he permitido hacer esta breve exposición del texto aludido de Efesios, para mejor entender el contexto de lo que vamos a ver a continuación, más en detalle.
Permítanme antes de proseguir, advertirles que sigue vigente aquello de que “un texto fuera de contexto, es un pretexto para hacer otro texto”. Y ya les adelanto que ese “otro texto” es el que nos presentan desde hace unos pocos años, los exponentes de la llamada “Nueva Reforma Apostólica”, y a la cabeza de ellos, entre otros, el propio C. Peter Wagner.
Veremos lo que enseña al respecto este hombre que se presenta ante todos, no sólo como maestro de la Palabra, sino además como apóstol, y veremos lo que en realidad la Palabra de Dios nos dice.
Por el sentido de lo que hemos estado exegéticamente analizando, tanto los verdaderos creyentes de origen judío, como los de origen gentil, en Cristo constituimos un solo pueblo, al que el mismo Jesús llamó: la Iglesia (Mt. 16: 18), es decir, la asamblea exclusivamente constituida por todos los miembros renacidos en Cristo (Jn. 3: 3).
Este pueblo o asamblea apartado para Dios en Cristo Jesús, la Palabra en Efesios refiriéndose a los creyentes de origen gentil (como somos la muy inmensa generalidad), hemos sido edificados sobre un fundamento muy preciso.
En el griego la palabra que se traduce como “edificados”, es “epoikodomezéntes”, del verbo “epoikodomeo”, que significa, “construir encima”, “construir sobre”, “edificar o modelar espiritualmente”. Así pues, la Biblia nos enseña sin ningún lugar a dudas, que los creyentes, lo somos porque nuestra fe está basada, o construida, o edificada, sobre un fundamento muy concreto; el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo lo llamó “el fundamento de los apóstoles y profetas” (V. 20).
“C. Peter Wagner”
Añadiendo al fundamento de los apóstoles y profetas
Llegados a este punto, y antes de proseguir con el análisis exegético de esta porción de la Escritura, veamos lo que C. Peter Wagner enseña refiriéndose a Ef. 2: 20:
“Los cimientos de la iglesia a través de los años deben ser los apóstoles y profetas…Si la iglesia tiene a Jesús pero no tiene apóstoles y profetas, es posible que no cumpla con todas las expectativas que Dios tiene para ella” (1) (énfasis nuestro)
Nos quedamos asombrados de la declaración de este llamado maestro de la Biblia… ¿Cómo puede la Iglesia tener a Jesús, pero no tener apóstoles y profetas para no llegar a cumplir las expectativas de Dios? Si la Iglesia tiene a Jesús, es porque tiene la doctrina de Jesús, es decir, la doctrina apostólica…o… ¿a qué apóstoles y profetas se está realmente refiriendo Wagner? Este es el quid de la cuestión.
¡Qué astutamente llegan a torcer el sentido de la Escritura en beneficio de sus espurios argumentos!
Indiscutiblemente, así Wagner como cientos más, cuando mencionan Efesios 2: 20, no tienen en sus mentes lo que concreta y cabalmente enseña la Escritura, sino su propia e interesada versión de la misma.
¿Jesús no es el cimiento, y sí lo son los actuales apóstoles y profetas?
Siempre en el contexto de Efesios 2: 20, cuando Wagner menciona diciendo que “los cimientos de la iglesia a través de los años deben ser los apóstoles y profetas”, unas líneas justo atrás escribe lo siguiente:
“Un himno muy conocido afirma: “La base de la Iglesia es Jesucristo, su Señor…”. En un sentido teológico general esto es así, porque no habría iglesia alguna sin la persona y la obra de Jesucristo. Sin embargo, en lo que se refiere al crecimiento y desarrollo de la iglesia después de su ascensión, Jesús prefiere ser reconocido, no como los cimientos, sino como la piedra angular. Los cimientos de la iglesia a través de los años deben ser los apóstoles y profetas” (2) (énfasis nuestro)
¿Dónde en la Palabra encontramos la afirmación de Wagner, de que Jesús prefiere ser reconocido, no como los cimientos (o fundamento) sino sólo como la piedra angular, como excluyendo una cosa en supuesto beneficio de la otra?... En ninguna parte.
Enfáticamente, la Biblia nos dice que Jesús de Nazaret es tanto el fundamento de la Iglesia como la piedra angular, y ningún precepto excluye al otro. Veámoslo:
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3: 11)
“Para vosotros, pues, los que creéis, él (Jesús) es precioso; pero para los que no creen,
la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo” (1 Pedro 2: 7)
Jesucristo es tanto el fundamento como la piedra angular que sostiene todo el edificio que es la Iglesia. Punto.
El cimiento es Cristo (1 Co. 3: 11), así como el fundamento de los apóstoles y profetas también lo es (Ef. 2: 20)… ¡de hecho es lo mismo! Es la doctrina apostólica.
La misma Palabra dice que la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, es columna y baluarte de la verdad (1 Ti. 3: 15), ¿por qué? Porque está basada en la Palabra de Cristo, la cual es la Biblia, la cual es, expresado de otro modo: el fundamento de los apóstoles y profetas: ¡Sola Scriptura!
“La Biblia es el fundamento de los apóstoles y profetas”
De esta manera, todo el edificio que es la Iglesia, bien coordinado, va creciendo (Ef. 2: 21); no solamente el Israel de Dios (Gl. 6: 16), sino también nosotros, los de procedencia gentil, somos “juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Ef. 2: 22)
De nuevo, ¿por qué ese enconado énfasis de Wagner en los apóstoles y profetas, como “cimientos de la iglesia a través de los años”? (3). Pues porque para él y para algunos cientos más de infiltrados en la verdadera Iglesia, esos apóstoles y profetas son los hombres y mujeres que se atribuyen el serlo hoy en día, y que serían cimiento de la iglesia. ¡Craso y funesto error!
Pero Wagner mismo así lo asegura:
“Una iglesia sin apóstoles y profetas activos, es una iglesia con un fundamento incompleto” (4) (énfasis nuestro)
Nótese que no está hablando del ministerio apostólico común, como el que fue en su día el de Bernabé, o el de Junias, Silas, etc. y en este tiempo el que se refiere a las personas comisionadas a llevar el Evangelio allí donde no ha sido predicado todavía, sino que está hablando de la cuestión fundamental fundacional. Está hablando del “fundamento de los apóstoles y profetas” de Efesios 2: 20.
Si no es suficiente con esto, lean lo que descaradamente dice en ese mismo libro, refiriéndose a los apóstoles y profetas de Efesios 2: 20:
“Los apóstoles y los profetas no son personajes con una actuación especial histórica de dos mil años o más en el pasado. Son una realidad actual. Es de extrema importancia establecer de entrada este principio bíblico en nuestras mentes” (5) (énfasis nuestro)
¡Qué barbaridad! ¡En absoluto eso es un principio bíblico, y menos todavía lo hemos de establecer en nuestras mentes!
Así que según Wagner, es lo que los “nuevos apóstoles y profetas” han de decir, lo que ha de ser el fundamento de fe de los creyentes de hoy en día…por lo tanto, está diciendo que hoy por hoy se sigue requiriendo de nueva doctrina, la que llama “doctrina de los nuevos apóstoles”, cuando la misma Biblia nos asegura que el canon ya está cerrado, y que nada se puede añadir a la revelación una vez dada a los santos una vez y para siempre (Jud. 3).
Pero Wagner insiste:
“El fundamento de la Iglesia está en los apóstoles y profetas” (6)
Pero como venimos diciendo, esto no es lo que la Biblia dice en Efesios 2: 20, sino que dice que somos “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas”, el fundamento no son los hombres, sino que es el dicho divino de aquellos hombres escogidos por Dios, antes que el canon se cerrara.
John MacArthur refiriéndose a los hombres a los que se les reveló la Escritura, acertadamente escribe en su comentario bíblico:
“…el fundamento no era la persona y obra de ellos mismos, sino la enseñanza que por revelación divina impartieron con autoridad de lo Alto, y las palabras de Dios que hablaron a la Iglesia antes de que se completara el Nuevo Testamento” (énfasis nuestro)
¡Menos todavía podemos pensar que el fundamento de la Iglesia reside en los así llamados apóstoles y profetas que pululan por doquier hoy en día!
Para ellos la Biblia nunca es suficiente
La realidad es que Wagner (y cientos más), no creen que el canon haya sido completado, y que toda la revelación de Dios a Su Iglesia haya sido dada, lo cual llamamos la Biblia. Wagner dice otra cosa. El cree que todavía nos es necesaria más revelación, la cual necesariamente habría de venir por parte de los “apóstoles y profetas” de su “Nueva Reforma Apostólica” que él defiende a capa y espada. Dice así:
“…cuando algunos leen esto [se refiere a Efesios 2: 20], suponen que los apóstoles y profetas debieron iniciar la Iglesia en el siglo primero, y que cuando se cumplió esa tarea y se cerró el canon bíblico, ya no hubo más necesidad de apóstoles y profetas en la Iglesia” (7) (énfasis nuestro)
¡No lo suponemos Wagner, sabemos que en cuanto al fundamento de los apóstoles y profetas, el asunto hace ya unos 2.000 años que está cumplido!
Para apoyar esa hipótesis suya, en cuanto a que es necesario más ministerio fundacional apostólico y profético, Wagner apela a Efesios 4: 8, 11. Escribe así a renglón seguido de lo anterior:
“Sin embargo, les haría bien informarse que el mismo libro de Efesios continúa diciendo que aún necesitamos apóstoles y profetas. Dice que cuando Jesús ascendió al cielo, “dio dones a los hombres” (Efesios 4: 8) ¿Cuáles fueron esos dones?: Él mismo constituyó a unos, apóstoles, a otros profetas; a otros evangelistas; y a otros, pastores y maestros” (V. 11) (8)
Sacar el texto del contexto es muy común, además de obvio, en todos aquellos que se escudan en la Biblia para defender lo indefendible. Tal es el caso muchas veces de Wagner (y de cientos más, infiltrados en la Iglesia).
Definitivamente, el libro de Efesios NO dice que necesitamos del concurso de supuestos nuevos apóstoles y profetas fundacionales. Wagner deliberadamente confunde un tipo de apóstol, el “apóstol de Jesucristo” (que es el fundacional, y que ya cesó), con otro, el del misionero.
“Panfleto promocional del “Congreso Internacional de Jóvenes Hechos 29”, de la iglesia de Cash Luna. Nótese el título: “Hechos 29”, capítulo inexistente en la Biblia que viene a decir, que se sigue escribiendo lo que quedó supuestamente interrumpido en Hechos cap. 28, último capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles”
En cuanto a lo que dice que Jesús ascendió al cielo y, “dio dones a los hombres” (Efesios 4: 8) refiriéndose a los diferentes ministerios de 4: 11, esto es parcialmente descontextualizar el texto.
Fíjense que en el versículo anterior encontramos que se nos dice que a cada uno de los creyentes nos ha sido concedida la gracia, conforme a la medida del don de Cristo (v. 7). La Palabra aquí nos está hablando de que como miembros del Cuerpo (v. 4), cada uno tenemos diferentes dones por Su gracia en Cristo, porque Él tiene la autoridad para hacerlo así (vrs. 9, 10)
Por un lado la Palabra al respecto nos habla de que Él dio “dones”, y por otro nos habla de que constituyó “ministerios”. Aunque es evidente que los ministerios son también dones de Dios, no podemos – como hace Wagner – exclusivizar esos dones como sólo esos ministerios. Esto es utilizar el texto de una manera interesada.
Refiriéndose a Efesios 4: 8, escribe MacArthur:
“Tras la ascensión de Cristo, vinieron todos los dones espirituales investidos de poder por el Espíritu Santo quien fue enviado tras Su partida”
Efectivamente, según el contexto, esos dones aludidos fueron (y son) impartidos por el Espíritu Santo (ver 1 Co. 12: 8-10). Mayormente, los dones del versículo 8 son los del Espíritu.
“Organigrama del llamado “Global Apostolic Network”. En él está el “Wagner Leadership Institute”
Los apóstoles de Jesucristo, y los misioneros
Por otra parte, y no menos importante, lo que dice Efesios 2: 20 es lo que dice, y no permite ninguna añadidura: El fundamento de nuestra fe es la Biblia, y esta es “el fundamento de los apóstoles y profetas”; esto es, “todo el consejo de Dios” (Hchs. 20: 27), y en él estamos basados.
Prolongar o extrapolar más allá lo declarado en Efesios 2: 20 como hace Wagner es absolutamente inviable, ya que está fuera del contexto. Dicho sin ambages, nada tiene que ver el fundamento apostólico de Efesios 2: 20 (doctrina apostólica), con el ministerio apostólico y profético post neotestamentario.
Una cosa son los denominados “apóstoles de Jesucristo”, es decir, los doce y Pablo (Hchs. 1: 21ss; 1 Co. 1: 1), y otra muy diferente es el resto de apóstoles (o enviados) que comúnmente operaron en el pasado y operan en la actualidad. Estos últimos son los típicos misioneros, plantadores de iglesias, y predicadores del Evangelio entre las gentes que jamás han realmente oído, que levantan obra allí donde no ha habido ninguna previamente. Estos son los verdaderos nuevos apóstoles.
Los apóstoles de Efesios 4: 11, aun y pudiendo referirse en parte a los trece (no doce) de Jesucristo, usados – sobre todo como lo fue Pablo – en cuanto a revelación neotestamentaria, definitivamente nos habla de los misioneros que llevan el Evangelio allí donde Cristo no ha sido predicado.
Estos últimos, fueron (y son) constituidos por Cristo, junto con el resto de los ministerios descritos “para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (V. 12), y no tienen ningún atisbo de jerarquía, puesto que todos somos hermanos:
“Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos” (Mt. 23: 8)
Por tanto, no son ningún fundamento, ni constituyen el fundamento, sino que son obreros, y están para ayudar a los santos a trabajar en el ministerio – es decir, en el servicio – para el común y extensivo desarrollo del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (Ef. 4: 11, 12). Nada más.
¿Evangelistas, pastores y maestros, sí, pero apóstoles y profetas, no?
Pero Wagner todavía va más lejos. Escribe así en su libro “Apóstoles de la ciudad”:
“Por regla general nos hemos sentido a gusto con evangelistas, pastores y maestros en nuestras iglesias. Pero algunos han tenido graves dificultades con los apóstoles y profetas. Hay, sin embargo, poca justificación para trazar una línea exegética imaginaria entre los dos primeros oficios y los últimos tres en el mismo versículo. Los apóstoles y profetas pertenecen allí, pero ¿por cuánto tiempo?...” (9)
Según hemos estado viendo hasta aquí, creo que es claro el sentido de Ef. 2: 20, y de Ef. 4: 11, a diferencia de lo que apunta Wagner. Personalmente me encuentro tan a gusto con los pastores, evangelistas, maestros, así como con los apóstoles y con los profetas, porque así como yo, miles más entendemos el sentido de Efesios 4: 11.
Dejamos de una vez claro que esos apóstoles aludidos, son los enviados a la misión, conforme a Romanos 15: 20; 2 Corintios 8: 23. Y los profetas, no contando con los que fueron necesarios antes de tener toda la revelación final, son los que conforme a 1 Corintios 14: 29 desarrollan su ministerio, no trayendo “nueva revelación”, sino que a modo de Judas y Silas, consuelan y confirman a los hermanos (Hchs. 15: 32). Estos últimos nada tienen que ver con el “fundamento de los apóstoles y profetas” de Efesios 2: 20.
Por otra parte, otra cosa es profetizar, a lo cual todo creyente es llamado (ver 1 Co. 14: 1-3).
¿La unidad de la fe y del conocimiento de Jesucristo, depende de aceptar o no a los apóstoles wagnerianos?
Aun y así, todavía Wagner va más lejos, cuando sigue escribiendo a renglón seguido:
“De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo” (V. 12). No conozco a alguien que pueda decir que la iglesia, según la conocemos, haya alcanzado este nivel de unidad y perfección. Por lo tanto, parece que aún necesitamos apóstoles y profetas” (10) (énfasis nuestro)
Es grave y tremendamente oportunista esta declaración de Wagner. Según nos viene a decir, la Iglesia está fallando porque la misma Iglesia no reconoce a esos supuestos apóstoles y profetas “neo reformados” o wagnerianos. Por otra parte, inconsecuentemente nos vendría a decir que el Espíritu Santo está siendo flojo al estar supeditado al arbitrio de ese sector eclesial inmovilista que se opone a esos santos hombres que no son suficientemente acogidos y reconocidos (¡gracias a Dios!).
“La implicación del G12 en el “nuevo movimiento apostólico”, es una realidad indiscutible. Aquí aparece Wes Richards, uno de los hombres fuertes del G12 en el Reino Unido, que se presenta también como apóstol”
Por otra parte, no sé – porque no lo dice – que versión de la Biblia usa Wagner, pero realmente difiere bastante, este versículo doce, del original griego en muchos aspectos, uno de ellos es cuando traduce “una humanidad perfecta”, cuando el griego original nos habla de un “varón maduro”…Nada que ver.
Wagner parece no darse cuenta que el único que puede realmente discernir el estado de la verdadera Iglesia, no es hombre alguno, sino sólo el mismo que la levantó y dio su vida por ella:
“Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos…” (2 Timoteo 2: 19)
La unidad de la Iglesia es la unidad, no humana, sino la del Espíritu Santo (Ef. 4: 4), y es llamada la unidad de la fe; y desde luego que esta enseñanza espuria donde las haya de la pluma de C. Peter Wagner no ayuda en absoluto a la misma, sino que es más bien, piedra de tropiezo.
De ahí que hoy en día se levanten hombres y mujeres que exigen a los demás un reconocimiento especial. Exigen que se les acepte y se les trate como a agentes de Dios que están por encima de la media de los creyentes. Exigen una utópica, y a todas luces imposible ante Dios, jerarquía y mando, que hubiera hecho que Pablo se les enfrentara a voz en cuello, como por mucho menos hizo con aquellos falsos apóstoles de 2 de Corintios.
¿No está el gobierno de Dios, si no están suficientemente reconocidos los apóstoles de Wagner?
Tan osado se muestra Wagner, que llega exclamar:
“Este es el punto esencial: si a los apóstoles de la ciudad no se les reconoce ni se les confiere el poder de dirigir, para el que Dios los ha ungido, el gobierno divino de la ciudad no estará en su lugar adecuado” (11) (énfasis nuestro)
¡Fíjense! ¿El gobierno de Dios no está si no se reconocen a esos supuestos apóstoles? ¿El gobierno de Dios depende de hombres, o de que se les acepte o no? ¿Quién gobierna, el Espíritu Santo, o esos supuestos ungidos – a todas luces, falsos ungidos (Mt. 24: 24)?
Me pregunto, ¿Realmente Wagner cree todo esto que dice? Personalmente creo que no, ya que hasta un niño puede entender lo que la Biblia tan claramente enseña al respecto.
Pero no solamente Wagner habla así. El supuesto apóstol Guillermo Maldonado (por poner un ejemplo de entre los hispanos), dice esto:
“Dios nos ha llamado a nosotros, los apóstoles, para que traigamos toda esta reforma a cabo, implantándola dentro de la Iglesia; la reforma es poderosa porque trae el Avivamiento; la reforma es lo que trae el orden en las cosas...para poder estar en el filo cortante de lo que Dios está haciendo hoy, tenemos que pegarnos a los apóstoles, porque los apóstoles tienen el acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios” (12) (énfasis nuestro)
“El llamado apóstol Guillermo Maldonado”
Maldonado, como más finamente apunta Wagner, en realidad está levantando (sólo en su imaginación) un sacerdocio por encima del sacerdocio universal del creyente (1 Pr. 2: 9), porque hace que el creyente común requiera ineludiblemente de esos hombres, ya que según ellos: “los apóstoles tienen el acceso a la abundante revelación del Espíritu de Dios”. Esto hace que haya una casta especial de iluminados, muy por encima de los demás creyentes, y que a su vez a estos últimos no les sea suficiente su vinculación personal con el Espíritu Santo, contradiciendo abiertamente 1 Juan 2: 20; (“Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas”), sino que deban depender de terceros.
En definitiva, no es más que una nueva versión del catolicismo romano.
Bajo el báculo jesuita
Resueltamente creen (o dicen creer) que para reestablecer el reino de Dios en la tierra es necesario el concurso de esa nueva jerarquía de apóstoles sobre la Iglesia, y eso no difiere en absoluto del planteamiento católico más reaccionario. Como botón de muestra, vean lo siguiente. En el libro de Georges Viance, “La Federación Nacional Católica”, en su prólogo, escrito por R.P. Janvier, se lee así:
“Sagrado Corazón de Jesús: Los líderes y representantes de los católicos franceses, postrados ante ti, han reunido y organizado la Federación Católica Nacional para reestablecer tu reino en esta tierra…” (13)
Este párrafo que hemos leído de ese libro de inspiración jesuita (14), es un claro indicio para el que tiene ojos para ver, en el sentido de entender también la trama y trampa que se ha cernido sobre lo que comúnmente llamamos iglesia evangélica, llevada a cabo entre otros, por esos falsos apóstoles y profetas fundacionales, los cuales se mueven en similares parámetros.
Ineludiblemente se percibe el respaldo jesuita y anexos en toda esta “Nueva Reforma Apostólica” que no es más que el intento de tener a la iglesia bajo el control de unos pocos, y llevarla muy lejos del puro Evangelio. No podemos dejar de vislumbrar la oscura sombra del Vaticano detrás de todo esto, en su esfuerzo de “atraer” a todos a hacia la unidad de los cristianos – o más bien – el control hacia los cristianos.
Último consejo
Por todo ello decimos: ¡Pueblo santo, cesa de oír las enseñanzas que te hacen divagar de las razones de sabiduría! (Prov. 19: 27)
Dios les bendiga.
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Diciembre 2008
www.centrorey.org
Anotaciones:
- 1. C. Peter Wagner, “Apóstoles en la Iglesia de Hoy”, pág. 9
- 2. Ibidem, págs. 8, 9
- 3. Ibidem, pág. 9
- 4. C. Peter Wagner, “Apóstoles de la ciudad”, pág. 20
- 5. Ibidem, pág. 59
- 6. Ibidem, pág. 19
- 7. Ibidem, pág. 19
- 8. Ibidem , págs. 18, 19
- 9. Ibidem, pág. 20
- 10. Ibidem
- 11. Ibidem, pág. 59
- 12. Apóstol Guillermo Maldonado; Conf. Apost. 2006, Santo Domingo – Rep. Dom.
- 13. Georges Viance, “La Federation nationale catholique”; el prólogo escrito por R.P. Janvier, pág. 186. Paris, 1930)
- 14. Edmond Paris, La Historia Secreta de los Jesuitas, pág. 167.